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Actualizado: 18 de mayo de 2025
No de otro modo los caprichos de los reyes han sido causa de la destrucción de naciones, como por equivocación. Habían cesado hacia tiempo los prodigiosos combates del Olimpo, cuando los pueblos jonios y dorios tuvieron poetas para cantar sus propias hazañas y más tarde historiadores para relatarlas.
Más de un joven brillante, más de un hombre de mérito han muerto en uno de esos combates, leales, es cierto, porque no hay jamás traición ni sorpresa, pero, lo repito, no por eso menos salvajes.
Los dos se temían y se respetaban, procurando no verse ni encontrarse en el mar, después de varios combates de los que ambos habían salido malparados. Un día, Dragut, al visitar una de sus galeras en Argel, encontró a Príamo Febrer casi desnudo, encadenado a un banco y con un remo en las manos. ¡Cosas de la guerra! dijo Dragut. ¡Cosas de la fortuna! contestó el comendador.
Nuestra familia, y la vuestra, porque en ella acabáis de entrar, se componía hace cuatro años: de mi padre Ignacio Soldevilla, coronel de infantería española, encanecido en los combates, de mi madre doña Violante de Saavedra, hija de un mayorazgo de la montaña, y de mí.
Pero ya que de esto hemos venido á hablar, oigamos describir al mismo historiador la manera cómo montó á caballo por última vez el protagonista del siglo de los héroes, el vencedor de mil combates, el hombre de hierro.
Porque era rico, había querido atropellarle, tratándolo como á un siervo de sus lejanas tierras... Todo lo mejor de la vida había sido para él, ¡y aún pretendía apoderarse de las migajas perdidas que tocan á los infelices!... Ignoraba cómo se mata á un hombre en estos combates reglamentados; pero deseaba matar, y sentía la absoluta confianza en sí mismo que le había empujado allá en las trincheras en los días más crueles de peligro y de éxito.
Un paredón maldito frente al hotel quita la vista del mar; esperamos pacientemente y sólo vemos el buque cuando está a punto de fondear... ¡No es el nuestro! Pasábamos el día entero en el muelle, presenciando un espectáculo que no cansa, produciendo la punzante impresión de los combates de toros.
Cuando el toro sucumbe, se presenta un episodio que armoniza con los combates mismos. En medio de la gritería que aturde, á causa de la ovacion ó de la rechifla, segun el caso, aparecen tantas parejas de mulas bravías cuantos cadáveres hay en la plaza. Aquel dia conté en las seis corridas quince caballos muertos ademas de los seis toros.
Nunca he visto indiferencia como la suya y hasta ahora tanto me hubiera valido suspirar ante una de las estatuas de mármol del parque de Roda. ¿Recuerdas aquel finísino velo blanco que llevaba ayer? Pues se lo pedí como una merced para ponerlo en mi yelmo en combates y torneos, cual emblema de la dama y señora de mis pensamientos.
Habían llegado allá nuevos heridos, y la escasez de enfermeras obligaba á los médicos á admitir sus servicios. Por el momento no la molestarían más preocupándose de su falta de salud. Al pensar en el rudo trabajo que la esperaba, en las noches de vigilia y los combates con la muerte para salvar á unos cuantos hombres, mostró un gran regocijo.
Palabra del Dia
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