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Actualizado: 10 de mayo de 2025
¿Y Pecado? En el taller... Dios le tenga allá...». Aquel día, aunque era festivo, el soguero tenía trabajo hasta las doce. No había querido ir Mariano; pero su severa tía le cogió por una oreja, y... ¡Valiente holgazán! «¿Y Pecado? volvió a preguntar el Majito. Te digo que está en el trabajo... No te montes sobre la tinaja. Si me la rompes, vas a ver. ¡Eh, eh!
Doña Paula no supo cómo proseguir, y guardó silencio. Al cabo de algunos minutos cogió el hilo de nuevo. En todo este mes de agosto quedará terminado el equipo... Y yo creo que tardaréis aún algunos meses en casaros. ¿Algunos meses?... Me parece... Creo que Gonzalo no desea que la ceremonia sea tan pronto dijo la señora con voz temblorosa. ¿Te lo ha dicho él?
Venciéronse por fin las dificultades; ya cogió las llaves, y cogió al celador, y cogió el padrón, y cogió... ¿qué había de coger por último? el cielo con las manos, lectores míos.
Y para probar su firmeza de hiena, sin otro amor que el de la sangre, cogió con sus manos huesosas la cara de Marieta, la levantó para verla más de cerca, contemplando sin emoción las pálidas mejillas, los ojos negros y ardientes que brillaban tras las lágrimas. ¡Bruixa... envenenaora!
Contó ella lo de Juanito Santa Cruz, pasando no poca vergüenza, y dando a conocer la triste historia incoherente. «Abrevie usted. Hay muchos pormenores que ya me los sé, como me sé el Catecismo... Que le dio a usted palabra de casamiento y que usted fue tan boba que se lo creyó. Que un día la cogió descuidada y sola... Bah, bah... lo de siempre.
«¿Sabes le dijo que mi hijo Melchor ha emprendido un gran negocio? Llegó aquí el mes pasado. Por cierto que me cogió desprevenido. Yo le creía en la Habana. Pero el Capitán General le quitó el destino a los veinte días de haber tomado posesión de él y me lo embarcó para la Península... Intrigas políticas... envidias y miserias.
Al mes de esto, como no sabía trabajar la tierra ni manejar el ganado, y de aquellas riquezas que tenía «por su casa», según dijo de soltero, no se veía un maravedí para levantar las cargas de su nuevo estado, cogió lo que le quedaba de su tenducho y se fue a correr ferias y mercados con ello. Volvió a los dos meses, muerto de hambre, mal encarado y peor vestido.
Y la vieja, de pronto, le cogió la mano a Pomerantzev y se la llevó a los labios. El se puso muy colorado, como se ponen los hombres que ya peinan canas y tienen arrugas en la cara, y exclamó con indignación: ¡Vamos, señora, vamos! ¿Se les besa la mano a los hombres? Y salió de la estancia. El corredor estaba mal alumbrado. Pomerantzev marchaba lentamente.
Jacinta no se convencía, y en cuanto a la enfermedad, su opinión era muy distinta de la de su suegra. Aquella noche le cogió por su cuenta para echarle un buen réspice. Barbarita II y su hermana tenían delante a Moreno, que en los primeros momentos de aquella situación, decía de dientes para adentro: «Creo que si no estuviera presente la polla, le diría algo.
¿Qué es eso? exclamó volviéndose . Parece que anda por aquí el zorro. El marqués le cogió del brazo. Primitivo... articuló en voz baja y ahogada de ira . Primitivo que nos atisbará hace un cuarto de hora, oyendo la conversación.... Ya está usted fresco.... Nos hemos lucido.... ¡Me valga Dios y los santos de la corte celestial!
Palabra del Dia
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