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Creyó que una desconocida lengua le gritaba: «¡Estúpido, vaya unas cosas que enseñas a tu hija...!». Extendió la mano para detener al cochero y decirle que volviera a la calle de Tabernillas; pero antes de realizar aquel propósito, cesó la trepidación que en su alma había sentido, y todo quedó en reposo... «¡Qué debilidades! pensó ; estas son chocheces y nada más que chocheces... ¿Pues no se me ocurrió volver allá para desdecirme?

El cochero, con una enorme cesta en la mano y una espuerta no menor a la espalda, tenía la expresión resignada y pacienzuda de la bestia que presiente la carga.

Según la linda frase de María Leckzinsca, «Un cochero viejo gusta siempre de oír restañar el látigoPero a Raúl le gustaba más tenerlo por el mango... Durante aquel período de desanimación y cansancio fue cuando conoció a miss Darling en la embajada de Inglaterra.

El cochero observaba con cierta tristeza que la raza de los animalitos de papel desaparecía cada año como si tambien les atacase la peste como á los animales vivos.

¡Caramba, con tu despedida! La señora me detuvo; pero estamos en tiempo, ¡vamos! Al Once, ché dijo Lorenzo al cochero y el carruaje partió. Vamos a tener un viaje espléndido... sin tierra... fresco... decía Melchor, ¡ya verán qué maravilla de vida vamos a pasar!... y ¿qué tal? Ricardo, ¿qué dices? ¿Yo?... ¡nada! ¿qué quieres que diga?

Todo lo cual, visto de improviso en alguna manera alborotó á Don Quijote, y puso miedo en el corazón de Sancho; mas luego se alegró Don Quijote, creyendo que se le ofrecía alguna nueva y peligrosa aventura; y con este pensamiento y con ánimo dispuesto de acometer cualquier peligro, se puso delante de la carreta, y con voz alta y amenazadora, dijo: «Carretero, cochero ó diablo, ó lo que eres, no tardes en decirme quién eres, á do vas, y quién es la gente que llevas en tu carricoche, que más parece la barca de Caron que carreta de las que se usan.» A lo cual mansamente, deteniendo el diablo la carreta, respondió: «Señor, nosotros somos recitantes de la compañía de Angulo el Malo; hemos hecho en un lugar que está detrás de aquella loma, esta mañana, que es la octava del Corpus, el acto de las Cortes de la muerte, y hémosle de hacer esta tarde en aquel lugar que desde aquí se aparece; y por estar tan cerca y excusar el trabajo de desnudarnos y volvernos á vestir, nos vamos vestidos con los mesmos vestidos que representamos.

Esto decía entre dientes, entre sus treinta y dos dientes más blancos y afilados que los de un lobo. Ordenó a su cochero que se retirase a casa, y se dirigió, a paso lento, hacia el círculo de los Caminos de Hierro. Allí encontró dos amigos y les refirió su aventura.

¡Arrayua! ¡El Cura! exclamó el cochero en voz alta . Nos hemos fastidiado. Abajo todo el mundo mandó el Cura. Egozcue abrió la portezuela de la diligencia. Se oyó en el interior un coro de exclamaciones y de gritos. Vaya. Bajen ustedes y no alboroten dijo Egozcue con finura.

El ayuda de cámara se creyó obligado también a intervenir y exclamó en tono de protección: ¡Vaya con el joven! ¿Qué crees que se puede hacer con cuarenta francos en la Bolsa? Bueno respondió el joven ahogando un suspiro , los llevaré a la Caja de ahorros. El cochero soltó una ruidosa carcajada y se dio unos puñetazos sobre el estómago gritando: Esta es mi caja de ahorros.

Para servir más eficazmente á los enamorados, y con aprobación de la Reina, se presenta Ramón á Roberto con un soberbio carruaje y un tren de seis caballos, supuesto regalo del almirante de Castilla, y entra de cochero á su servicio.