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Actualizado: 19 de mayo de 2025
He estado en la guerra de Navarra, y volvía por Extremadura a buscar un puerto donde embarcarme para Cádiz, y de allí a mi tierra, que es Alemania. Perdí el camino, y he estado largo tiempo dando rodeos, hasta que por fin he llegado aquí enfermo, exánime y moribundo. Ya ve usted dijo la tía María al hermano Gabriel , que sus libros no están en hebreo, sino en la lengua de los cirujanos.
Animado de estos sentimientos llegó el notario a su casa de la calle de Verneuil, mientras buscaba su lacayo la dirección de los cirujanos más célebres. El marqués y Steimbourg le condujeron a su cuarto, y se despidieron de él, el uno para ir a tranquilizar a su mujer y a sus hijas, que no le habían vuelto a ver desde la víspera, y el otro para correr a la Bolsa.
Eso es, están escritos en la lengua de los cirujanos repitió fray Gabriel. ¿Y de qué partido era usted? preguntó la anciana : ¿de don Carlos o de los otros? Servía en las tropas de la reina respondió Stein. La tía María se volvió a su compañero, y con un gesto expresivo, le dijo en voz baja: Este no es de los buenos. ¡No es de los buenos! repitió fray Gabriel, bajando la cabeza.
Ahora, permitidme esperar que este accidente no sea del todo irreparable. El médico de esta aldea nos ha recordado que existen en París cirujanos más hábiles que él; creo haber oído decir que la cirugía moderna poseía secretos infalibles para restaurar las partes del cuerpo humano mutiladas o perdidas.
Ya estamos a las puertas de París; enviaremos a preguntar a la farmacia más próxima, y en ella nos darán la dirección de Velpeau o de Huguier; vuestro lacayo irá a buscar en seguida a cualquiera de estas dos eminencias, y os lo traerá a vuestra casa. Tengo la seguridad de haber oído decir que los cirujanos rehacen un labio, un párpado o una oreja: ¿es acaso más difícil restaurar una nariz?
Su función consiste siempre en alarmar las conciencias con terrores imaginarios para venderles a precio de oro y de salud, la tranquilidad que el racionalismo da gratis y completa, sobre un campo de acción que para éste se ensancha y para aquélla se restringe, día por día, en cantidad y en calidad, pues con el procedimiento de los teólogos cristianos para la curación de la perversidad en los hombres por el terror del infierno viene sucediendo lo que aconteció con la curación de los heridos en las batallas por el aceite hirviendo: que la primera vez que faltó medicamento para la mitad de los enfermos, los cirujanos pudieron constatar, perplejos, que los no curados sanaron más pronto.
Veíanse combinados en esta conquista espiritual dos elementos de prosperidad: el hierro, que por vez primera se ponia en manos de los indígenas, y que llegó á ser la moneda corriente con que se ganaba á los hombres; y esa dulzura, esa paciencia con que se portaban los misioneros, á quienes sus variados conocimientos le permitian hacer al mismo tiempo, de médicos, de cirujanos y de enfermeros, curando indisposiciones y dolencias mortales como la disentería, etc.
En todas partes se encuentran cirujanos franceses; uno que era muy hábil nos tomó á su cargo, y nos curó: y toda mi vida me acordaré de que, así que se cerráron mis llagas, me reqüestó de amores. Nos exhortó luego á tener paciencia, afirmándonos que lo mismo habia sucedido en otros muchos sitios, y que esa era la ley de la guerra.
Se cuenta de algún pintor que se hizo bandido y asesino para estudiar bien como mueren violentamente los hombres; de cirujanos y naturalistas que, a fin de profundizar los misterios del vivir y del morir, cometieron crueles anatomías y disecciones en personas vivas; y aún del médico Vesalius que, aprovechándose de su valimiento y privanza con el Sultán Amurates, lograba que a menudo cortasen cabezas humanas delante de él para enterarse a fondo de la contracción de los músculos, de los rápidos estertores de la agonía y en cierto modo de cómo se desprende el principio vital del cuerpo que está animando.
Palabra del Dia
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