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Actualizado: 5 de septiembre de 2025
Tranquila estuvo toda la mañana; pero a eso del mediodía, al despertar de un sueño breve, se sintió tan vivamente acometida de ganas de salir a la calle, que no pudo sobreponerse a este ciego impulso.
Este es Juan de quien tanto os he hablado, a quien acabo de encontrar en la calle a punto de morirse helado entre la nieve... ¡Vamos, vestíos pronto! La noble familia de Santiago vino inmediatamente a abrazar al pobre ciego. La voz de la esposa era dulce y armoniosa: Juan creía escuchar la de la Virgen: notó que lloraba cuando su marido relató de qué modo le había encontrado.
También, todos los días no hay ocasión de ser ministro... ¡qué diablos! Y uno tiene que pensar en los hijitos, y en los parientes y en los amigos. Naturalmente apoyó don Bernardino. Siguió hablando S. E. y la cuerda parecía interminable de aquel organillo de ciego.
8 Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿no es éste el que se sentaba y mendigaba? 9 Unos decían: Este es; y otros: A él se parece. El decía: Yo soy. 10 Entonces le decían: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos? 13 Llevaron a los fariseos al que antes había sido ciego. 14 Y era sábado cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos.
En una noche un page hubo hallado Un papel bien cerrado, en que decia, Que mal á todas gentes ha tratado, Y agravia con molestia en demasia; Y que no siendo en esto moderado, El pago le dará Dios algun dia: El pobre con enojo loco y ciego Publica lo que dice el papel luego.
19 ¿Quién [es] ciego, sino mi siervo? ¿Quién [tan] sordo, como mi mensajero, a quién envío? ¿Quién [es] ciego como el perfecto, y ciego como el siervo del SE
Y cogiendo a su hermano en brazos como si fuera un chico lo metió en el coche y detrás se introdujo él. El cochero arreó a la bestia y el carruaje se deslizó velozmente y sin ruido sobre la nieve. Mientras caminaban, Santiago teniendo siempre abrazado al pobre ciego, le contó rápidamente su vida.
Santa Cruz tomó un tono muy plañidero para decirle: «¡Y yo tan estúpido que no conocí tu mérito!, ¡yo que te estaba mirando todos los días, como mira el burro la flor sin atreverse a comérsela! ¡Y me comí el cardo!... ¡Oh!, perdón, perdón... Estaba ciego, encanallado; era yo muy cañí... esto quiere decir gitano, vida mía.
Tenía tales deseos de poseer mi Emperador ciego, que a no ser por el temor de encontrar acostado al señor de Trevise, hubiera ido aquella misma noche a la Embajada.
Pero sin dejarla hablar, Pepe Vera continuó: ¿Me crees tan ciego que no vea lo que pasa? ¿No sé yo que le estás haciendo buena cara, porque se te ha puesto en el testuz que ese desaborido de tu marido tenga los honores de cirujano de la reina, como acabo de saberlo de buena tinta? ¡Mentira! gritó María con toda su ronquera. ¡María! ¡María! No es Pepe Vera hombre a quien se da gato por liebre.
Palabra del Dia
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