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Déjame por Dios, Almudena dijo con acento de aflicción la dama, creyendo vencerle mejor con súplicas afectuosas . Yo te quiero; pero me llaman mis obligaciones. Matar yo galán bunito gritó el ciego apretando los puños, y dando algunos pasos hacia la anciana, que medrosa se había apartado de él. Ten juicio; si no, no te quiero... Vámonos. Si me prometes ser bueno y no pegarme, iremos juntos.

Un furor ciego le acometió. Borráronse de repente de su imaginación los aplausos de la noche anterior, los elogios del resto de la prensa; borráronse también todas las prosperidades que disfrutaba en este mundo, y en un instante se juzgó el hombre más desgraciado de la tierra.

En efecto, sus amigos habían visto el rastro del tigre y corrían sin esperanza de salvarlo. El desparramo de la montura les reveló el lugar de la escena, y volar a él, desenrollar sus lazos, echarlos sobre el tigre, empacado y ciego de furor, fué la obra de un segundo.

El Canónigo musitaba, gemía, suspiraba, con el rostro cubierto. Por fin, bajando las manos, embozose con furia, y, después de buscar la salida como un ciego a lo largo del muro, desapareció de la cuadra, dando con el pie, hacia atrás, un terrible portazo. Ramiro sintió que todo su maquinal apegamiento hacia aquel hombre acababa de trocarse en súbito rencor.

Veo que os equivocáis; vos creéis que la causa de vuestra prisión en San Marcos, fueron vuestras solicitudes á doña Catalina. Me afirmo en lo dicho: sois ciego; yo cuando se trata de mujeres... Estáis por las que valen... y pretendéis por ellas ser valido. Valiera yo poco si tal valimiento buscara y continuó ; yo, cuando se trata de mujeres, no solicito, tomo... ¿De modo que...?

Visto esto y las malas burlas que el ciego burlaba de , determiné de todo en todo dejalle, y como lo traía pensado y lo tenía en voluntad, con este postrer juego que me hizo afirmélo más.

Ese sobrino mío no tiene vergüenza ni decoro afirmó gravemente la condesa de Monteros. ¡Un hombre casado! dijo Luisa Natal, que hacía excelente menaje con su marido, ciego cumplidor de todos los caprichos de su mitad.

Marianela, que mientras oía tan nobles palabras había estado resistiendo con mucho trabajo los impulsos de llorar, no pudo al fin contenerlos, y después de hacer pucheros durante un minuto, rompió en lágrimas. El ciego, profundamente pensativo, callaba. Florentina dijo al fin tu lenguaje no se parece al de la mayoría de las personas.

Nada de morirse... no hable V. de eso ya. Lo que importa ahora es dar pronto con un simón... Vamos adelante... ¿qué es eso; tropieza V.? , señor; creo que ha dado contra la columna de un farol... ¡Como soy ciego! ¿Es V. ciego? preguntó vivamente el desconocido. , señor. ¿Desde cuándo? Desde que nací. Juan sintió estremecerse el brazo de su protector; y siguieron caminando en silencio.

Y la madre y el padre vienen andando, de puntillas. ¡Al suelo, el tocador de jugar! ¡Este padre ciego, que tropieza con todo! Pero la niña no se ha despertado. La luz le da en la mano ahora; parece una rosa la mano.