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Actualizado: 5 de julio de 2025
Como no creo que haya amado nadie; con un amor voluntarioso, ciego.
Yo fui por el vino, con el cual no tardé en despachar la longaniza, y cuando vine hallé al pecador del ciego que tenía entre dos rebanadas apretado el nabo, al cual aún no había conocido por no lo haber tentado con la mano. Como tomase las rebanadas y mordiese en ellas pensando también llevar parte de la longaniza, hallóse en frío con el frío nabo. Alteróse y dijo: "¿Qué es esto, Lazarillo?"
No hacía más que mirar, mirar y hacer memoria de aquel tenebroso mundo en que había vivido, allá donde quedaban perdidos entre la bruma sus pasiones, sus ideas y sus errores de ciego. Florentina se acercó derramando lágrimas, para examinar el rostro de la Nela, y Golfín que la observaba como hombre y como sabio, pronunció estas lúgubres palabras. ¡La mató! ¡Maldita vista suya!
Hay que advertir que don Melchor sentía un cariño ciego, casi adoración por la prometida de su sobrino. Para él aquella criatura era sagrada. Desde que Gonzalo se fijó en ella y él lo supo, la hizo objeto de una observación pertinaz lo mismo que si estuviese reconociendo el casco de un buque antes de arbolarlo.
Al descubrirle se apretó contra el ciego, lanzando á su antiguo amante una mirada de súplica, de desesperación, implorando misericordia... ¡Ay, esta mirada!
Escribí para un ciego, que la sacó en su nombre, las famosas que empiezan: Madre del Verbo humanal, Hija del Padre Divino, Dame gracia virginal, etc.
«¡Ubi irritatio ibi fluxus!» iba pensando; es verdad, es verdad... he estado ciego... la mujer siempre es mujer, la más pura... es mujer... y yo fuí un majadero desde el primer día.... Y ahora es tarde... y la perdí por completo. Y ese infame....
Con respecto á las distancias es de notar que el ciego de Cheselden, no solo estaba privado del hábito de conocerlas, sino que le tenia en contrario.
En ese momento se hallaba, en que las consecuencias del engaño fatal le parecían más graves, en que el último destello de su esperanza se había apagado ya, cuando Roberto Vérod la había encontrado, y así como éste había visto en ella su salvación, ella también se había sentido revivir. Ciego, ella había visto por él; dolorida, él la había socorrido.
Conocía todos los puertos del mundo, todos los caminos del tráfico, y sabría adivinar los lugares faltos de buques, donde se pagan fletes altos. Hasta ahora había sido un asalariado valeroso y ciego. Iba á empezar su vida de explotador del mar.
Palabra del Dia
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