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Y era muy difícil defenderse de la embriaguez causada por aquella portentosa armonía de formas, por aquella riqueza de cabellos, de color, de atractivos; por aquella mirada dulcísima y ardiente que le sonreía, le enamoraba, le acariciaba, le chupaba, por decirlo así; por aquella nobleza de lo bello, por aquella magia de lo maravilloso. Encanta una mujer hermosa vestida de blanco ó de negro.

Mientras hablaban los tres, la goma villavejana se chupaba los dedos y no sabía de qué lado ponerse ni qué majadería inventar para que Nieves se clavara... ¡lo mismo que la goma de todas partes! y las hembras peripuestas la miraban de reojo al pasar a su lado, de los pies a la cabeza, ¡igual que todas las presuntuosas de todo el mundo! porque son achaques esos que están en la masa de la sangre, aun en la de los que usan taparrabo... Posible es que Nieves no se fijara en los unos ni en las otras, aunque cueste creerlo por lo que se sabe del prodigioso alcance de vista que tienen las mujeres guapas para esos lances y otros parecidos; pero podría apostarse algo bueno a que en la comparación que hizo mentalmente, después de mirarle de arriba abajo en menos de dos segundos, del Leto que tenía delante, vestido de día de fiesta, con el Leto de la víspera, desaliñado, ardoroso y con el pelo alborotado y la barba revuelta, aunque ambos eran buenos mozos, optaba por el segundo; es decir, por el Leto del billar, en calidad, se entiende, de mujer artista y esforzada.

Tienen opio; son muy agradables. Y encendió uno, siguiendo las espirales de humo con sus ojos verdosos, que adquirían al transparentar la luz un temblor de oro líquido. El torero, habituado al bravo tabaco de la Habana, chupaba con curiosidad este cigarrillo. Pura paja; un placer de señoras. Pero el extraño perfume esparcido por el humo pareció desvanecer lentamente su timidez.

Con lo que no se conformaba era con no tener chiquillos, «porque todo se puede ir conllevando decía , menos eso. Si yo tuviera un niño, me entretendría mucho con él, y no pensaría en ciertas cosas». De tanto cavilar en esto, su mente padecía alucinaciones y desvaríos. Algunas noches, en el primer periodo del sueño, sentía sobre su seno un contacto caliente y una boca que la chupaba.

Estaba solo; la chica había seguido a su madre; lo único que le quedaba era aquella tierra traidora que se chupaba a las personas y acabaría con él, cubierta siempre de flores, perfumada y fecunda, como si sobre ella no hubiese soplado la muerte. Ni siquiera se había secado un rosal para acompañar a la pobre Borda en su viaje.

¡Si yo creo que hasta debe de tener miseria, mujer! apuntó una delgadita como un mimbre, que oscilaba mucho al andar y se chupaba un dedo en cuanto se paraba . ¡Cómo se arrasca! Oye, dijo al oído de la anterior, abriendo mucho los ojos y enarcando las cejas, una pequeñuela, muy nerviosa y asombradiza . ¡Si traerá la navaja! ¿Qué navaja? preguntó la delgadita, no muy segura de su valor.

Entonces se recuerda con horror que en el acto de pasar la tromba, á la par que chupaba el agua, chupábase la embarcación, quería bebérsela, la mantenía suspendida en el aire y fuera del agua, abandonándola luego para que se sumiera en los profundos abismos. En China hánsela levantado templos y altares, se la hacen ofrendas, y dirígensela oraciones con ánimo de humanizarla.

¿Sabéis que esta tarde se bate Alvaro Luna? dijo uno cuando ya iban hastiados de los dimes y diretes del concejal y Cobo. Eso me han dicho respondió Pepe Castro cerrando los ojos con voluptuosidad, mientras chupaba el cigarro . En el jardín de Escalona, ¿verdad? Creo que . ¿A sable? A sable. Vamos, un chirlo más manifestó León Guzmán desde su asiento. Con punta. ¡Oh! ya es otra cosa.

Mi querido amigo Esteven... Estimado señor ministro... El despacho era espacioso; bien amueblado, en punto a riqueza, pero sin gusto y sin estilo. S. E. estaba sentado delante del escritorio, pluma en mano; muy cerca, una bandeja con botella de Jerez y copas; del otro lado, una caja de cigarros: bebía un sorbo, chupaba el puro y escribía.

Ahola no... teta caca... cosa fea... Ambos se divertían con tales simplezas. Era un medio de entretener el tiempo y de expresar su cariño. Toma teta díjole Jacinta metiéndole un dedo en la boca; y él se lo chupaba diciendo que estaba muy rica, con otras muchas tontadas, justificadas sólo por la ocasión, la noche y la dulce intimidad. ¡Si alguien nos oyera, cómo se reiría de nosotros!