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Actualizado: 6 de julio de 2025
¿De veras, chiquillo? De veras, María-Manuela. Toma una caña por la gracia. Venga la caña. Velázquez echó al aire el contenido, lo recogió con singular destreza y lo vació después en la boca sin perder una gota. ¡Eso sabrás tú hacer, desaborío! exclamó María-Manuela. En mis buenos tiempos sabía algunas cosas más manifestó el majo limpiándose con calma los labios. Pronto has venido á menos.
Porque yo no he venido aquí a perder el tiempo echándote sermones declaró Benina desplegando toda la energía de su acento . Si te empeñas en ayunar, me voy ahora mismo. Comier tú... Los dos. He venido a verte, y a que almorcemos juntos. ¿Casar tú migo? ¡Ay qué pesado el hombre! Pareces un chiquillo.
Así como se hallaron sobre el entarimado y cerradas convenientemente las trampas, dieron comienzo, como es lógico, a una danza fantástica; pues bien sabido es de antiguo que no pueden estar juntos cuatro demonios sin entregarse con furor al baile. Los espectadores seguían con extremada curiosidad sus vivos y acompasados movimientos. Un chiquillo lloró. El público obligó a su madre a que lo sacase.
A medio día ya estaba listo el nacimiento. El cariño de las tías había conservado mis juguetes, y con ellos bastó y sobró para el nacimiento. Me sentí un chiquillo, como si tuviera yo seis años, a la vista de objetos que fueron para mí, en mejores días, motivo de fiesta y diversión.
Le hallé tal como Angelina me le pintara. Ya le conocerás me decía la joven es muy sencillo, muy locuaz. A veces tiene cosas de chiquillo. Por eso le quieren tanto sus feligreses. Y mira que los indios son insufribles. Dicen: «por aquí, esto, lo otro», y no hay manera de que entren en razón. Papá los sobrelleva de un modo que a las dos palabras ya están sumisos y obedientes.
Cansado de suplicar, de llorar agarrado a la reja, de arrodillarse como un chiquillo, la desesperación le había hecho prorrumpir en amenazas. ¡Que le perdonase Fermín! pero en aquel momento se sintió capaz del crimen. La muchacha, cansada de sus ruegos, asustada de sus maldiciones, acabó por cerrar de golpe la ventana. ¡Y hasta ahora!
Las gitanas, cobrizas y charlatanas como brujas, asediaban a Carmen con profecías venturosas. ¡Que Dios la bendijera! Iba a tener un chiquillo, un churumbel más hermoso que el sol. Se le conocía en el blanco de los ojos. Ya estaba casi a la mitad del camino...
Doña Paula volvió a sentarse y haciendo alarde de una paciencia, que ni la de un santo, dijo, con mucha calma, pesando las sílabas: A buscarte, Fermo, a eso ha ido. Mal hecho, madre. Yo no soy un chiquillo para que se me busque de casa en casa. ¿Qué diría Carraspique, qué diría Páez?... Todo eso es ridículo.... Ella no tiene la culpa; hace lo que le mandan. Si está mal hecho, ríñeme a mí.
Pecado no dijo ni oyó más; sacó de la cintura una navajilla, cortaplumas o cosa parecida, un pedazo de acero que hasta entonces había sido juguete, y con él atacó a Zarapicos. Del golpe, el infeliz chiquillo cayó seco. ¡Hombres ya! Silencio terrorífico. Los muchachos todos se quedaron yertos de miedo. Al principio no comprendían la realidad abominable del hecho.
Gabrielillo, abrázate conmigo, y apriétate bien contra mí. Tú no tienes pecados, y vas a andar finiqueleando con los ángeles divinos. Más vale morirse a tu edad que vivir en este emperrado mundo... Con que ánimo, chiquillo, que esto se acaba. El agua sube, y el Rayo se acabó para siempre. La muerte del que se ahoga es muy buena: no te asustes... abrázate conmigo.
Palabra del Dia
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