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Actualizado: 26 de julio de 2025
Pero bien pronto le robó la atención de sus admiradoras la estudiantina, que estaba toda encaramada en una mesa de metro y medio de largo por un metro escaso de ancho. Cómo danzaban allí unas doce chicas, es difícil decirlo; ellas danzaban, acompañándose con panderetas y castañuelas y coreando al mismo tiempo habaneras y polcas.
Y si anda, haces muy mal en hacer caso de un oficial, mujer.... A las chicas pobres no las buscan ellos para cosa buena, no y no.... Ya las que son pobres y formales no se arriman porque ven que no sacan raja.... ¡Eh!, a modo... no la armemos, Carmela.
Patricio Allen era una de tantas víctimas de la suerte. Su padre, un campesino arruinado, había ido huyendo de un pueblo de Irlanda a Liverpool, en busca de trabajo, dejando en la miseria, al morir, a la viuda y a una porción de chicos y chicas. Allen era un hombre afectivo, tenía un gran cariño por la familia y sufría al verla en la miseria.
Pues mire usted, hombre, que le ha costado ya dinero y disgustos esta mojiganga política... emigrado, encausado, maltratado... y se libró de ir a las Marianas... no sé cómo.... Hay humor para todo en este mundo sublunar.... ¡Y decir que cuando Dios produce chicas como esa se ocupen en politiquear los muchachos!
Mi familia es mejor que la suya: mi abuelo no ha sido un tendero como el padre de D. Julián.... Luego, no es una divinidad ni mucho menos, una de esas chicas que llamen la atención, ¿sabes tú? ¿Por qué hace tantos remilgos cuando yo soy quien le hago favor? ¿Sabes quién tiene la culpa?
Debía de ser alguna de las jefas, porque los grupos se espaciaron dejándola avanzar hasta la caja del coche, mientras ella, gesticulando enérgicamente, decía con los brazos en alto: ¡Compañeras, quietas! ¡Chicas, no tiréis! ¡Dejadme hablar... no seáis bestias! Viendo a aquella mujer, la más joven de ambas damas, dio un grito de asombro y de sorpresa, exclamando: ¡Manuela! ¡Yo soy señá duquesa!
Cinco minutos después, otra de las conspiradoras dijo, recogiendo el dedal que se le había caído: A mí no me gustan las rosas blancas. ¿Qué significa esto? gritó entonces Rosa Mística, cuyo ojillo negro brillaba como un fanal . ¿Se están ustedes burlando de mí? No me gustan las rosas del pitiminí dijo una de las más chicas, ocultándose inmediatamente debajo de la mesa.
No más que diez y siete primaveras tenía el mozo, y ya traía revueltas las faldas del lugar, sin que él hiciera nada por atraerse el cariño de las chicas.
A las dos les acometió una risa tan loca que los ojos de todos se volvieron hacia ellas. La de Peñarrubia, que sospechó que ella era la causa, les clavó una larga y fría mirada. Pero las chicas no podían reprimirse... ¡no podían...! ¡vamos, que no podían!
Claro; habiendo dinero... Pero a mí me gusta viajar de cierto modo; estando en un pueblo quince días, en otro un mes... y luego que siendo uno militar, en todas partes se le recibe con los brazos abiertos... Las chicas se mueren por el uniforme... ¡Es una tontería, por supuesto! añadió sonriendo y dejando bien traslucir que no la tenía por tal, sino por una prueba grande de sabiduría.
Palabra del Dia
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