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Actualizado: 12 de noviembre de 2025
«¿Volverá? me pregunté, aplicando el oído al ojo de la cerradura. Seguramente no puede dormir.» Y me estremecí de gozo al oír que el ruido se acercaba de nuevo. Pero por mi cabeza pasó este pensamiento: «¿Qué te importa que vuelva o no? ¿Acaso es por él por quien estás aquí? ¿No tienes allí, delante, a tu felicidad, tu vida, todo lo que amas?»
El paje aplicó una llave a la cerradura, le dio dos vueltas, y la puerta se abrió sin ruido. Entró el paje, y le siguió Mutileder. Cerró el paje la puerta de nuevo, y quedaron él y nuestro amigo en la más completa oscuridad. El paje asió de la mano a Mutileder, y le guió por las tinieblas. Al cabo de poco tiempo vieron luz y una linterna que estaba en el suelo.
Cristeta fue la primera que, al volver del teatro, como viese el hilillo de luz que penetraba por el agujerito de la cerradura, despidió a la doncella lo más presto que pudo, y apenas la oyó subirse al piso en que dormía, tosió para que don Juan supiese que era esperado, y descorrió el cerrojillo.
¡Ulises, me echan! gritó ella pegando otra vez su boca á la cerradura . ¿Y tú, amor mío, lo permites?... ¿tú que tanto me amabas?... Después de este llamamiento desesperado permaneció silenciosa unos instantes. La puerta se mantuvo inmóvil: detrás de ella no parecía existir ningún ser viviente.
Seguidamente tomó la escalera y se dirigió al cuarto del P. Gil. Dª Josefa la miró subir con aversión y desconfianza. Preguntar si estaba en casa y luego decir que la aguardaba era una contradicción manifiesta. Por esto y por la curiosidad natural la siguió a los pocos momentos. Bailándole de gozo el corazón, Obdulia se acercó a la puerta del gabinete y miró por el agujero de la cerradura.
Apoyose en la cortina de crespón para mirar a la calle y la destrozó. Trató de abrir su escritorio para tomar el pomo de esencia, pero dio demasiada vuelta a la llave y estropeó la cerradura. Salió de la estancia y vagó, por los pasillos oscuros y escaleras, con incierta planta, como un fantasma. Allá a lo lejos vio un punto luminoso y se dirigió hacia él involuntariamente como una mariposa.
Habían llegado frente a la gran casa de Brull. Rafael buscaba con su llave la cerradura. Y bien dijo el viejo irritado, ¿qué dices tú a todo esto? ¿Qué piensas hacer? Contesta; pareces mudo. Yo repuso el joven con energía yo haré lo que mejor me parezca.
Descuide vuesa merced, señor Francisco dijo una voz franca y ligera , que aunque vengan muchos y buenos, vive Dios que no nos han de robar. A seguida el bufón oyó el ruido de una llave en la cerradura, y apagó la luz y se retiró precipitadamente al hueco de una puerta inmediata y se embebió en él cuanto pudo y escuchó con profunda atención.
Y por una puerta de atrás, a lo largo del corredor obscuro y de la escalera que crujía, los dos se deslizaron como dos ladrones que se hubieran introducido en la casa aprovechándose de la ceremonia. Consiguieron abrir la puerta más fácilmente de lo que esperaban; la cerradura, ya floja, cedió como si se abriera sola.
Mas de pronto, el instinto de la vida despertó, se reveló con ímpetu en su organismo y le sugirió pensamientos de salvación: «¡No, lo que es yo no me ahogo aquí como un ratón por esa!... Voy a dar una patada a la puerta y hacer saltar la cerradura.» Esta idea le confortó un instante y dio tiempo a que penetrase en su mente otro proyecto menos violento, el de llamar la atención de la generala sin ser notado de la doncella: si este proyecto fracasaba, acudiría inmediatamente al recurso extremo.
Palabra del Dia
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