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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Representa una tela, o espacio de campo cerrado con fuertes vallas de lona, donde se introducen piezas mayores para que las acosen y maten los cazadores.
A sus pies, en el atrio estrecho y corto, de resbaladizo pavimento de piedra, cerrado por verja de hierro tosco y fuerte, se agolpaba una multitud confusa, como un montón de gusanos negros. De aquel fermento humano brotaban, como burbujas, gritos, carcajadas, y un zumbido sordo que parecía el ruido de la marea de un mar lejano.
Aquí la decoración era distinta. En este piso no se trabajaba hacía tiempo. Habíase tomado en la galería más ancha un trozo; se había cerrado, tillado y luego alfombrado. De suerte que parecía el salón de un palacio. El techo y las paredes estaban tapizados con tela impermeable, adornados con trofeos de minería. Veíase una mesa espléndida en medio de él para cincuenta o más cubiertos.
En el fondo de este había una puertecita de escape que dividía en dos un solo departamento, cerrado para ello con doble pasador por una y otra parte. Acercóse a ella Jacobo de puntillas y púsose a escuchar atentamente.
¡Ah! exclamó don Juan. Y esa mujer venturosa, porque tiene vuestro amor; esa mujer á quien únicamente debéis amar, esa será la que reciba, sin saber de quién lo recibe, este pliego cerrado; esa mujer será la que venga á abriros la puerta de vuestra prisión; esa mujer será, porque debe serlo, quien goce toda la alegría de recobraros, cuando os creía perdido, cuando se creía casi viuda. ¡Viuda!
El comisario los registraba uno por uno, abría los cajones de los muebles, ninguno de los cuales estaba cerrado con llave, y después de echar una ojeada a los objetos de elegancia femenina de que estaban llenos, los volvía a cerrar.
Habian los rebeldes cerrado la comunicacion tan cuidadosamente, que en todo el tiempo que se mantuvo este oficial separado, solo llegó á manos del General una carta suya, en que le decia no habia recibido noticia alguna del estado y situacion en que se hallaba el ejército: lo que no era estraño, atendida la crueldad de los sediciosos, quienes en el pueblo de Santiago de Pupuja habian arrestado á un propio que le dirigia, y le habian cortado las orejas, la nariz y las manos: cuyo inhumano castigo, divulgado inmediatamente en aquella provincia, habia intimidado con tanto extremo á todos sus habitantes, que ninguno queria convenirse á llevar una carta, aunque se le ofreciesen crecidas sumas por esta diligencia.
Con esto no podía transigir don Pablo Aquiles: ¡todo, menos eso! se buscaría, se pensaría, se iría a golpear a todas las puertas, y cuando todas se hubieran cerrado, entonces... y aun así, ¡quién sabe!
Treinta, y bien sabe Dios que nada gano.... Treinta, no me diga que no, porque me muero de rabia. Vamos... choque usted. Batiste agarró la cuerda y tendió una mano al vendedor, que se la apretó enérgicamente. Trato cerrado.
Por la tarde, a las tres. ¡En punto de las tres! Trabajaremos hasta las cinco. A esa hora puede usted retirarse. Cuando tengamos algo extraordinario trabajaremos hasta concluir. Pero esto no sucede más que de tarde en tarde. ¿Está usted conforme? ¿Sí? Pues bien, ¡quedamos arreglados! Si al llegar ve usted cerrado el despacho, señal es de que aun no vuelvo o de que estoy durmiendo la siesta.
Palabra del Dia
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