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La ceremonia que usan en sus casamientos es como sigue: Ningún padre dará su hija á marido, si éste no ha hecho antes alguna proeza; por eso, el que se quiere casar, sale antes á caza, y muertos cuantos animales puede, da la vuelta con un centenar de liebres, y sin hablar palabra las pone á la puerta de la mujer de quien está enamorado, y por la calidad y cantidad de la caza, juzgan los parientes si la merece por esposa.

Siempre se inclinaban del lado donde acostumbraba á sentarse la generala ó la ministra, con la abrumadora majestad de su centenar de kilos carnales. Los revolucionarios marchaban como lo permitían las exigencias topográficas: unas veces en fila, extendiéndose leguas y leguas; otras en masa horizontal á través de las llanuras, llevando en torno un segundo ejército de mujeres y chiquillos.

¡Aquélla era, , la muy noble y muy leal matrona, con sus rotas murallas; con su centenar de torres y cúpulas, que en línea horizontal se dibujaban en el cielo; con sus amplios edificios de dorada piedra, que reverberaban al sol, y precedida de una verde arboleda, que parecía servirle de zócalo ó de alfombra!

No son tantos ahora, porque el caballero de Montclus se llevó un centenar de ellos en su expedición á Milán contra el Marqués de Monferrato; pero cuento reclutar yo mismo aquí no pocos muchachos ganosos de honra y provecho, y completar con ellos las filas del cuerpo más lucido que hoy campea bajo la bandera de San Jorge.

Por otra parte, digo aquí lo que tendré que repetir un centenar de veces: en tierra colombiana, todos los obstáculos que la topografía de aquel país ofrece al viajero, se me han hecho leves por la incansable amabilidad de cuantas personas he encontrado, desde la gente culta, hasta el indio miserable, que en medio del camino me ha proporcionado un caballo para reemplazar mi mula cansada, sin pretender explotarme y dejando a mi voluntad la remuneración del servicio.

Se podría adornar con ellas un centenar de sombreros de precio. El antiguo obrero «consciente» reaparece á través de esta admiración. ¡Ah, el dinero!... Hasta en la muerte nos separa. ¡Y pensar que cuando yo visito á mi pobrecito hijo sólo puedo llevarle ramos de violetas de á diez céntimos!... Veo á la duquesa al pasar ante la puerta de su camarote.

Una de las atenciones preferentes de este buen párroco consistía en la conservación del reloj de la torre, y en que ningún pueblo de la provincia tuviera un cementerio mejor que el suyo, y al efecto todas las mañanas había de subir varias veces el centenar de escalones de la torre, con el fin de inspeccionar la marcha y engranaje del reloj, como todas las tardes invariablemente había de darse el largo paseo que media entre la casa parroquial y el cementerio pudiendo asegurar que si el regulador del tiempo marchaba bien, al lugar del eterno olvido, no le faltaba ninguno de los detalles que constituye el lujo fúnebre de estos lugares.

Otro cuadro más raro tienen que contemplar nuestros tres conocidos al llegar sobre cubierta: montones de jarcia, cajas de provisiones, una res acabada de desollar, enormes jaulas conteniendo vacas, cerdos y carneros, y otras menores con gallinas; grupos de marineros acá izando una verga, allá bajando pesados bultos á la bodega; y por último, revueltos y deslizándose entre tanto obstáculo, más de un centenar de muchachuelos del corte de nuestro aspirante á indiano.

A la derecha se elevaba la isla de Kalot con sus rompientes, el molino y el campanario azul de Plougasnou, mientras que a lo lejos se extendía la playa de Treguier, de fina y dorada arena, limitada por inmensos peñascales que se pierden en el horizonte. La linda bahía de Pempoul no contenía ordinariamente más que medio centenar de barcas y algunos buques de un tonelaje más elevado.

Se está organizando un paseo al Salto, de ambos sexos. ¿Quién lo da? ¿Saben la descrestada de Fulano?... Una bolsa, un círculo literario, un areópago, una coteríe, un salón de solterones, una coulisse de teatro, un forum, toda la actividad de Bogotá en un centenar de metros cuadrados: tal es el Altozano.