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Actualizado: 29 de julio de 2025


El malagueño cambió su natural color aceitunado por otro algo más bajo; pero no pareció alterarse. Guardó silencio unos momentos, dio un par de chupetones al cigarro, que eternamente tenía entre los dientes; separolo después de la boca, soltó el consabido chorrito de saliva por el colmillo, quitó la ceniza con el dedo meñique y dijo tranquilamente: Vamo; uté quiere, por lo vizto, buya. Bulla, no.

En ocasion de hallarse predicando de ceniza Fr. Luis Collado, guardian de S. Francisco, y celebrando la Misa el arcediano de Pedroche, invadió el pueblo la catedral clamando que se iban de la ciudad los frailes predicadores del convento de S. Pablo.

Llegó la primavera. Los vientos del N. E., a modo de escoba gigantesca manejada por la mano de algún dios aficionado a la limpieza, barrían a menudo el polvo y la ceniza del firmamento.

Nuestros semblantes se iban poniendo lívidos..... Una claridad fúnebre, que ya no era semejante á la de la luna, sino á la de la luz eléctrica, alumbraba fantásticamente la ciudad y las ruinas del Anfiteatro. Las nubes tomaban un color gris como el de la ceniza. El mar continuaba obscureciéndose.....

Mas la mano que había extendido contra él, se le secó, que no la pudo tornar a . 5 Y el altar se rompió, y se derramó la ceniza del altar, conforme a la señal que el varón de Dios había dado por palabra del SE

Se figuraba la tienda vacía, los anaqueles desiertos, mostrando su fondo de color de chocolate, como nichos preparados para sus muertos.... Y veía el hogar frío, sin una chispa entre la ceniza.... ¡Quién pudiera enviarle a aquel pobre viejo la taza de por que suspiraba en su extravío; o caldo caliente... algo de lo que sirve a los enfermos y a los ancianos en sus desfallecimientos!

Vaya, vaya, ya estás aquí de más, Jacinto dijo al cabo ella haciendo esfuerzos inútiles por ponerse seria. Si no te vas en seguida te restrego la cara con ceniza. ¡Ca! No haría ella eso: no se atrevería á tanto. ¿Que no me atrevo? ¡Ahora verás! Y tomando un puñado de ceniza se lo arrojó á la cara. Jacinto comenzó á toser y estornudar porque se le había metido por boca y narices.

Un curioso entra en el archivo, echa una ojeada sobre los estantes, armarios y cajones, y dice: «esto es una confusion; para distinguir lo auténtico de lo apócrifo, y arreglarlo todo en buen órden, es necesario pegar fuego al archivo por sus cuatro ángulos, y luego examinar la ceniza.» ¿Qué os parece de la ocurrencia?

Pero la blancura de los bustos había tomado un color de chocolate; los bronces estaban enrojecidos por el óxido, los oros eran verdes, las coronas se deshojaban. Parecía que hubiese llovido ceniza sobre la inmovilidad de las cosas. Las personas ofrecían igual aspecto de abandono y decadencia.

Una zagalita de trece a catorce años de puro perfil virginal y el moño de la cabeza apretado por un pañolito azul al estilo del país se acercó a Reynoso y apoyó el brazo en su hombro con encantadora familiaridad. Elena sintió la mordedura de los celos y le clavó una mirada fulgurante capaz de reducirla a ceniza.

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