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Actualizado: 29 de julio de 2025
Su madera es muy poco estimada en construcción, no teniendo otra aplicación que la construcción de pancos. Lanete, segundo orden, madera fina, blanca de hueso ó ceniza; se construyen sillas iguales á las de Vitoria. Muy apreciada para construcción de muebles. Malatapay. Para construcción de muebles: de tercer orden. Malarujat.
Hubiérase dicho que aquel carcomido aparato no esperaba sino la primera brisa exterior para desvanecerse de súbito. Seis retratos descoloridos habitaban espectralmente la estancia. Ramiro esperaba junto a un brasero, que guardaba aún la ceniza de los últimos saraos.
Y el rey y Amán estaban sentados a beber, y la ciudad de Susa estaba alborotada. 1 Cuando supo Mardoqueo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos, y se vistió de cilicio y de ceniza, y se fue por medio de la ciudad clamando con grande y amargo clamor. 2 Y vino hasta delante de la puerta del rey; porque no era lícito pasar adentro de la puerta del rey con vestido de cilicio.
Dos veces le he hablado. ¿Y sabes lo que hace? Alzar los hombros, sacudir la ceniza del cigarro con el dedo meñique, y decir que ahí se las den todas. El enamorado oía con júbilo estas palabras, que eran para él un gran consuelo. Indudablemente Juan Pablo observaba la prudente regla de respetar los sentimientos y propósitos ajenos para que le respetaran los suyos.
Antes que el hilo de mi triste vida corte la Parca inexorable, quiero decirte, bella Inés, que por ti muero de lanza de desdén el alma herida. De mi oculta pasión la no extinguida llama consume con ardor tan fiero esta materia vil, que ansío y espero verla pronto en ceniza convertida. Y cual vuela hacia ti mi pensamiento, irá hacia ti mi espíritu volando, libre ya de dolor, con ansia loca,
Y durante toda la velada permaneció sentado en su choza despojada de su tesoro, no preocupándose de cerrar los postigos ni la puerta, oprimiéndose la cabeza entre las manos y gimiendo, hasta que lo tomó el frío y le advirtió que su fuego no era más que una ceniza gris.
Al punto que la gente reposaba, Un fuego se emprendiò, el Adelantado, Segun pareció ser, despierto estaba, A priesa sin parar se ha levantado: El viento al fuego fuerza acrecentaba, La casa y cuanto tiene se ha abrasado, Que mientras mas va, el fuego mas se atiza, Y vuelve todo en polvo y en ceniza.
Ahí quedaban: la tumba de mi padre, las tradiciones de familia, la ceniza del hogar, las dulces memorias, los caprichos y los locos amores de la juventud, los amigos, la fortuna, la libertad, el aire, el cielo, los mil rumores vagos y confusos, y todo ese adorable conjunto de impresiones y sueños, de pesares y recuerdos, de infortunios y dichas, que se llama la Patria!... Todo eso quedaba atras, como sepultado en un panteon cuya portada era Honda! ¿Y adelante?... Lo vago y desconocido, lo infinito y maravilloso; eso que el corazón acaricia en sus sueños de esperanza, y que la duda cubre con sus sombras cuando el viajero se dice: ¡quién sabe!
Pero lo que más saltaba a la vista en él, sin duda alguna, era cierto bienestar amable y aristocrático, exento de presunción que, aunque lograse inspirar envidia, no despertaba ciertamente en el corazón de la plebe los odios y rencores que excita siempre la opulencia soberbia. El ceñudo firmamento dejaba caer sin cesar toda la ceniza húmeda y fría de que estaban preñadas sus nubes.
Los aristotélicos creian que de las mudanzas de los cuerpos, unas eran accidentales, como la de figura, movimiento, densidad, calor, frio etc. etc., otras substanciales, como el tránsito de la madera á ceniza. Pero en medio de esta variedad de sistemas, es notable el acuerdo en admitir algo permanente sujeto de las mudanzas.
Palabra del Dia
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