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Actualizado: 4 de junio de 2025
Encabezando el grupo, iba la misma dignidad que ya hemos visto al lado del lecho mortuorio, con su uniforme carnavalesco de colorinches y su impasible cara de foca. Mientras depositaban el cajón en la bóveda de la familia, yo me perdí en las calles del cementerio. ¡Cuánta vana pompa! Cómo podía medirse allí, junto con los mamarrachos de la marmolería criolla, la imbecilidad y la soberbia humanas.
Nuestros hospicios para la infancia, bastante más preciosos que todos los establecimientos de piscicultura, no son frecuentemente otra cosa que el vestíbulo del cementerio.
Parece que es capaz de fe y de esperanza; parece que cree en Dios. Esto hará reir á mis lectores, pero es la expresion genuina de lo que siento. ¡Salud, Mansard! Indicado lo bello que hay fuera, vamos á lo grande que hay dentro. Ya nos tiene el lector recorriendo este grande cementerio de muertos que andan. Á pesar de tantos trofeos y de tanto esplendor, aquí se respira la idea de la muerte.
El que apostaba por ellos me dijo después con su filosofía de palurdo: «Estaba seguro de mis muchachos: el animal, cuando ve satisfecho su apetito, ya no quiere más, y el hombre, como tiene amor propio, puede seguir comiendo hasta que reviente». Y no se equivocaba: dos de ellos me dieron mucho que hacer, y á los pocos días, el cura de Gallarta montado en su burra blanca, los acompañó cantando hasta el cementerio.
Se juntaban todos para tirar con fuerza diabólica de los rebaños de hombres que se lanzan a la conquista de un ideal nuevo y extraordinario, restableciendo con violenta reacción la calma de la vida, que aman silenciosa y plácida, con susurros de hierbas mustias y aleteos de mariposas blancas: una dulce calma de cementerio dormido bajo el sol. El alma de los muertos llenaba el mundo.
No lo creas, hija mía; no me equivoco: mis fuerzas me abandonan de día en día. Todas las mañanas cuando voy a despedirme de mi pobre Magdalena, me da el brazo José, que tiene cinco años más que yo. Afortunadamente prosiguió volviéndose al cementerio, esa ventana abre por casualidad sobre su tumba, de suerte que a lo menos podré contemplarla en el momento de morir.
Para mí sólo hay una profanación superior a ésta, y es la que anualmente se realiza en las grandes ciudades, con el paseo o romería que, en noviembre, se emprende al cementerio.
Vuestro hermoso capullo una misión encierra: la aurora por vosotras ilumina la tierra... ¡La tierra, por vosotras, no olvida a su Creador! Bajo un sol de misterio, en un pobre ataud, cuatro hombres me llevaron a un negro cementerio, poblado de violetas en mística quietud. Estaba triste el cielo tres rosas del amor, de vigoroso luto, con hondo desconsuelo lloraban por la muerte del joven trovador.
Mientras tanto me he aproximado al antiguo cementerio de los monjes, y he visto una mujer que dibujaba, sentada sobre una tumba. Ha dirigido sus ojos hacia mí, y cuando se han encontrado con los míos, he quedado deslumbrado, como si un meteoro hubiese pasado ante mi vista, y he caído de rodillas.
Después habló para acusarse a sí misma, sin dirigir el menor reproche al joven. Ella tenía la culpa: debía haber evitado esta soledad, negarse a entrar en el cementerio con Isidro, que estaba acostumbrado a los mayores atrevimientos con sus impúdicas amigas de Madrid... ¡Besarla!... ¡y en aquel sitio!...
Palabra del Dia
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