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He aquí la substancia de su relato: Ángel era el menor de varios hermanos suyos, a quienes no llegó a conocer, porque murieron siendo muy niños. El temor de que también él se muriera, fue causa de que le guardaran sus padres como oro en paño. Cualquier otro en su lugar se hubiera perdido con lo que se hizo con él por el afán de conservarle.

Para mi abuela, las tres millas y media de costa que hay entre Lúzaro y Elguea separan dos mundos aparte: la seriedad de los de Lúzaro, de la petulancia, volubilidad y fatuidad de los de Elguea. Otra causa de enemistad de doña Celestina para su yerno, provenía de ser mi abuela paterna hija de un quincallero suizo, establecido en Elguea.

En tiempo de los Jesuitas se subia por el rio Sara ó rio Grande hasta el lugarejo de Payla, situado al este de Santa-Cruz; pero este camino, que obligaba á los viageros á dar una vuelta considerable, siendo al mismo tiempo no poco peligroso en tiempo de crecientes por causa de las avenidas que ocultan enteramente el álveo del rio, ha sido abandonado, harán como cincuenta años, para dirigirse mas bien por el Piray, el cual, aunque mucho mas angosto que el rio Grande, es ménos propenso á las crecientes devastadoras; razon por la que se le prefiere aun á pesar de los saltos que suele tener en tiempo de seca.

»¡Oh, no! ¡Pobre papacito mío, no quiero estar más en la cama; quiero sentirme siempre bien y tener buen semblante, y hacer mucho ruido en la casa, para que te tranquilices, para que no te aflijas tanto por mi causa! ¡El otro día, mientras los doctores me examinaban, lo vi en el espejo: no se imaginaba que yo lo miraba, y se apretaba una mano con la otra e inclinaba la cabeza hacia nosotros, respirando fatigosamente, como si la persona que esperaba la sentencia del médico, fuera él mismo!...

Por cierto, marqués, que si mi bienestar personal fuera la única causa, puede usted creerme, despreciaría mis millones de España; pero me parece conveniente y de buen ejemplo, que una casa como la mía, no desaparezca de la tierra sin dejar tras ella, una traza durable, un monumento brillante de su grandeza y de sus creencias.

Eran las tres de la mañana. Dirigióse rápidamente á la callejuela á donde le llamaba su amor, su verdadero amor, la pasión de su alma, que no podían apagar las pasajeras lluvias de amorcillos que caían á cada paso, á causa de su carácter y de sus riquezas, sobre el duque.

El alma lo reabsorbe, como el cuerpo reabsorbe la materia mórbida tan pronto como la causa del mal ha desaparecido. Se pierde sin dejar huellas, en el montón de las virtudes sociales y personales, el silencio lo aniquila.

No obstante el desprecio con que se trató mi propuesta, los continuados insultos y robos de los indios, obligaron al Señor Virey á determinar las expediciones que han salido de Córdoba, Mendoza y esta capital; pero no del Rio Negro, que es el parage mas inmediato á ellos. La causa no soy capaz de comprender aunque me mucha márgen la oposicion de los establecimientos.

Dos años antes de esta fecha, en 1591, á causa de las deudas que Guerrero había contraído en Roma, fué detenido en Sevilla, como así se lee en el acuerdo de 21 de Agosto, en el que para tratar del asunto, se habla del dinero «que debe de Roma, por lo que está preso y mandado llamar para ver lo que en ello se haga y se traiga relación de lo que le daban en tiempo de Farfán al maestro Guerrero, de más de media ración

Y no porque la envidia o el orgullo fuesen causa de ello, que tales pasiones no tenían morada en aquel corazón generoso y sencillo, sino porque debido a las torpes murmuraciones villaverdinas o a presentimientos y recelos, muy naturales en una niña que ama y cree que es amada, la pobre Linilla temió, aun antes de corresponder a mi amor, que yo me prendara de Gabriela, cuya belleza y elegancia, no podían ser vistas sin interés por ningún mozo de mi edad. ¡Pobre niña infortunada!