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Actualizado: 10 de mayo de 2025
El catedrático de Física e Historia natural, señor Marroquín, era un antiguo republicano de barricada, que había perdido la plaza de auxiliar en el Instituto de San Isidro por sus ideas políticas y religiosas. En toda España no había hombre más heterodoxo que él: no creía ni en la madre que le parió.
Plácido que entre sus amigos tenía fama de filósofo, perdió la paciencia, arrojó el libro, se levantó y se encaró con el catedrático: ¡Bastante; Padre, bastante! V. R. me puede poner las faltas que quiera, pero no tiene derecho á insultarme. Quédese V. R. con su clase, que yo no aguanto más. Y sin más despedida, salió.
Oye y ¿qué explicó ayer el catedrático? preguntó cambiando de conversacion. Ayer no hubo clase. ¡Ojó! ¿Y antes de ayer? ¡Hombre, jueves! Es verdad ¡qué bruto soy! Sabes, Plácido, ¿que me voy volviendo bruto? Y ¿el miércoles? ¿El miércoles? Aguarda... el miércoles lloviznó. ¡Magnífico! ¿y el martes, chico?
El amor es egoísta, gentleman. Antes de venir usted á esta tierra yo hubiese hecho los mayores sacrificios por ese joven. Pero ahora no es lo mismo; ahora está usted aquí, y más allá de su persona nada me interesa. Parecía haber olvidado el catedrático todas las inquietudes que le entristecían momentos antes, al saltar del plato-ascensor.
Mas al fin llegó á resignarse viendo que entre los trescientos ó cuatrocientos de su clase solo unos cuarenta merecían le honra de ser preguntados porque llamaron la atencion del catedrático ya sea por el tipo, por alguna truhanería, por simpatía ú otra causa cualquiera. Muchos por lo demás se felicitaban porque así se evitaban el trabajo de discurrir y comprender.
La doncella Teodora refiere las singulares aventuras que suceden en Orán, Constantinopla y Persia á una joven española de admirable ingenio y belleza; figuran también en este drama un profesor de Valencia, un catedrático de Toledo, el Rey de Orán; Selin, gran señor de Turquía, y el Sultán de Babilonia.
Don Pedro el catedrático siguió visitando la casa de doña Cristina, aunque con menos asiduidad. Tenía el gesto resignado y fríamente colérico del hombre que cree haber llegado demasiado tarde y está convencido de que su desgracia es obra de su descuido... ¡Si él hubiese hablado antes! La certeza de su importancia no le permitía dudar que la joven le habría aceptado con júbilo.
¡Gentleman, lléveme! gritó el amoroso catedrático con un temblor histérico en la voz y extendiendo sus brazos . Yo no quiero vivir aquí. Tómeme en su navío gigantesco ó me arrojo al agua. No supo nunca Gillespie si el enamorado capitán fué capaz de cumplir su amenaza, pues se negó á volver el rostro. Pronto dejó de oir la voz de su antiguo traductor.
Seguido de un Compendio de embriologia, por A. VERNEUIL, catedrático agregado á la facultad de Medicina de Paris, etc.; acompañado de unas 200 figuras intercaladas en el testo; traducido al español de la última edicion francesa por el Dr. D. Francisco Santana, primer ayudante-disector de la facultad de Medicina de la Universidad central, etc. Madrid, 1862.
Ella tampoco, pues tenía sus ojos fijos en Novoa, con una gravedad afectuosa de muchacha que ha hecho estudios serios, tiene su título de bachillera y puede comprender á un hombre de ciencia. Miguel oyó un fragmento de lo que decía el joven catedrático. ...Y cuando las corrientes glaciales del Polo llegan allá, ocupan el lugar de las aguas calientes, que suben á la superficie...
Palabra del Dia
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