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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Pero el día en que el catedrático, por una deducción lógica, llamó Telémaco al hijo de Cinta, la abuela protestó. Se llama Esteban, como su abuelo... Eso de Telémaco es nombre de teatro. En uno de sus viajes aprovechó Ulises una escala de unas cuantas horas en el puerto de Valencia para ver á su padrino.
El catedrático no quería esplicar menos que por aquel autor y Basilio no tenía dinero bastante para comprarse la obra, pues, con el pretesto de que estaba prohibida por la censura de Manila y había que sobornar á muchos empleados para introducirla, los libreros pedían elevados precios.
Y Ben Zayb había adoptado el tono de un catedrático y con el índice trazaba círculos en el aire admirándose de su imaginacion que sabía sacar de las cosas más insignificantes tantas alusiones y consecuencias. Y como viera á Simoun preocupado y creyese que meditaba sobre lo que acababa de decir, le preguntó en qué estaba pensando.
Doña Anuncia no cocinaba, pero iba a la compra con la criada y traía lo mejor de lo más barato. Ayudábala a comprar bien un antiguo catedrático de psicología, lógica y ética, gran partidario de la escuela escocesa y de los embutidos caseros. No se fiaba mucho ni del testimonio de sus sentidos ni de las longanizas de la plaza. Era muy amigo de doña Anuncia y la ayudaba a regatear.
Los otros abrían tamaña boca. Debía ser cierto, cuando Quilito lo decía. ¿Y si soltaba el trapo a disertar sobre finanzas? tenía tales trazas de catedrático, que nadie chistaba. ¿Qué noticias traes? le preguntó Jacinto. ¡Psh! hizo Quilito, lo de siempre, que esto se lo lleva el diablo. Echóse el sombrero a la nuca, y saludó con un gesto familiar a míster Robert.
Mire usted concluyó el último, verdad es que yo no tengo grandes riquezas, pero tengo tal cual letra; ya he logrado meter la cabeza en Rentas por empeños de mi madre; un amigo nunca me ha de faltar, ni un empleíllo de mala muerte; y para ser oficinista, no es preciso ser ningún catedrático de Alcalá ni de Salamanca.
Gurdilo estaba ya en el salón de sesiones, y no admitía visitas que le distrajesen cuando preparaba mentalmente sus terribles discursos. El catedrático subió á una de las tribunas destinadas al público, viendo abajo, entre las matronas que formaban el Senado, al temible Gurdilo, hacia el que convergían todas las miradas.
El P. Fernandez hizo una pausa y continuó sus paseos con la cabeza baja, mirando al suelo. Usted puede sentarse si gusta, continuó; yo tengo la costumbre de hablar andando porque así se me vienen mejor las ideas. Isagani siguió de pié, con la cabeza alta, esperando que el catedrático abordase el asunto.
¿No fué así, catedrático?... Aquí no veo mas que un pretendiente, pero este Ulises le jura que lo colgará de la misma parte si vuelve á encontrarlo en su casa. Huyó don Pedro. Juzgaba muy interesantes á los rudos héroes de la Odisea, pero en verso y sobre el papel. En la realidad le parecían unos brutos peligrosos.
Tal fué el agustiniano frai Luis de Leon, catedrático en la universidad de Salamanca, que pasó cerca de cinco años en la Inquisicion de Valladolid llorando amargamente la estrechez i horrible oscuridad del calabozo en que yacia, i quejándose de sus perseguidores en aquellos sabidos versos: Aquí la envidia i mentira me tuvieron encerrado: ¡dichoso el humilde estado del sabio que se retira de aqueste mundo malvado!
Palabra del Dia
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