Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 10 de junio de 2025
De la tierra del padre Hidalgo, el cura heroico, pasó a principios de 1877, a Guatemala, deteniéndose antes en La Habana, a recoger unas cartas de presentación para distintas personalidades del Gobierno de aquella República. Allí, apenas sacudido el polvo del camino, fue nombrado Catedrático de Derecho Político, y Director de la Revista Guatemalteca.
Era doña Inés aficionadísima a disertar y a convencer a sus oyentes y contradictores cuando disertaba. Si por algo se dolía de haber nacido mujer, era por no poder transformarse en predicador o en catedrático.
En vista de la conformidad del gigante, el catedrático fué hasta el borde de la mesa dando órdenes á gritos, y los atletas que maniobraban la grúa para subir los alimentos pusieron en actividad otra vez el plato que servía de ascensor. Una vez llegado éste arriba, seis de los hombres forzudos cargaron con un libro del mismo tamaño que el cuaderno empleado por Gillespie para sus notas.
El Doctor Miguel Amer, Catedrático de Prima en la Universidad. El P. Fr. Raimundo Mora, Lector de Vísperas en la misma Universidad, Dominico. El Padre Fray Nicolás Ferrer, Lector de Filosofía de S. Francisco de Paula. A Rafael Crespí Cortés, alias Billa. El Reverendo P. Fray Antonio Coll, Lector Jubilado y Exprovincial de San Francisco de Asís.
Quince faltas voluntarias de asistencia, continuaba el catedrático; con que no te falta más que una para ser borrado. ¿Quince faltas, quince faltas? repetía Plácido aturdido; no he faltado más que cuatro veces y con hoy, cinco, ¡si acaso! ¡Júsito, júsito, señolía! contestó el catedrático examinando al joven por encima de sus gafas de oro.
Quilito no tiene viejo que pague los platos rotos, y piensa que si pierde, no tendrá más recurso que el tirito prometido a la tía Silda. Las alternativas de la suerte les mantiene en una agitación penosa, y diariamente van a leer su sentencia en la pizarra; ningún curso de catedrático es seguido con más asiduidad que este de la Bolsa, dictado por el demonio del juego.
Escuchándola, Ulises empezó á pensar qué hueso podría romperle un marino á un catedrático de retórica sin incurrir en responsabilidad. Un día, Cinta buscó por toda la casa un dedal opaco y gastado que le servía muchos años. De pronto cesó en sus rebuscas, se puso encarnada y bajó los ojos. Su mirada había encontrado la mirada fugitiva de su primo. Lo tenía él.
¡El profesor Flimnap!... ¡Y vestido de mujer! Comprendió el catedrático el asombro que sus ropas inspiraban al gigante. Verdaderamente, de toda mi aventura lo más estupendo es haberme vestido con el traje que llevaban antes las mujeres como una librea de esclavitud. ¡Qué dirían mis discípulos si me viesen!...
Accedió el coloso, sonriendo al pensar en la inutilidad de dicho registro. Además, el catedrático quiso hacerle admitir como un gran honor el hecho de que iban á ser las hermosas muchachas de la Guardia las que huronearían en sus bolsillos, en vez de aquellas hembras feas de la policía á las que había hecho pasar un mal rato.
El pobre joven no salía de apuros: dudaba si incluir el kamagon entre los metales, el marmol entre los cristales y el azabache dejarlo como neutro, hasta que su vecino Juanito Pelaez le apuntó disimuladamente: ¡El espejo de kamagon entre los espejos de madera!... El incauto lo repite y media clase se desternilla de risa. ¡Buen kamagon estás tú! le dice el catedrático riendo á su pesar.
Palabra del Dia
Otros Mirando