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Actualizado: 13 de junio de 2025


Aquellas niñas, mil veces dichosas, no habían visto el mundo sino por su lado frívolo; no conocían la sociedad ni su mecanismo, ni sus orbes y gravitación admirables. Su instrucción se circunscribía a un poco de Catecismo, una tintura de Historia, ¡y qué Historia!, algunos brochazos de Francés y un poco de Aritmética.

Las otras niñas, que no esperaban más que un motivo de distracción y entretenimiento, al ver la triste figura que hacía su compañera al despertar bruscamente, soltaban la risa, se interrumpía el rezo, gruñía la madre Brígida, cacareaba la madre Angustias, y llovían los cañazos á diestra y siniestra. Al anochecer continuaban las lecciones y el catecismo.

La esposa apretaba los labios, palideciendo ante el desconcierto de su sobrino, el cual no podía asir muchas de las ideas del doctor. Con su instinto agresivo de mujer devota intervino en la conversación, queriendo auxiliar á Urquiola. No entiendo esa moral dijo á Aresti con voz ruda. Nada me importa: esa queda para... sabios como . Nosotros, los brutos, nos contentamos con el Catecismo.

Yo entendí que el autor pinta la vida como abominable para la mayoría de los seres humanos, sin más esperanza de reposo que la muerte y sin más consuelo ni premio que la incoherente fantasmagoría, suscitada por la fiebre, y donde se barajan, en disparatada confusión, los cuentos y consejas vulgares, lo sobrenatural que sabemos por el catecismo, y los bienes y goces que forja la imaginación, cuando la vanidad, el instinto amoroso y hasta el hambre no satisfecha la estimulan.

Ahora, cuanto a las perrerías esas que ha vomitado usted contra la Santa Madre Iglesia, vamos al grano, señor y amigo mío: no sabe usted lo que se dice. ¡Ya se ve! Toda su ciencia de usted está en el Catecismo de Nicolás Pizarro. Vamos, joven: beba usted en fuentes más limpias, y no hable por ahora de cosas que no entiende. ¡Y aquí paz, y después gloria! Y ¡adiós, amigos!

Esto, y el Catecismo de punta a cabo, y una oración para cada acto de los más ordinarios de su vida, es decir, para acostarse, para levantarse, para ir a comer, para salir a paseo, etc., etc., y otras para cuando tronaba, pasaba el Viático por la calle, ventaba muy recio, y así sucesivamente, enseñadas por su sirvienta, que era una guipuzcoana muy devota, y tuvo la abnegación de no reclamar para las alabanzas que el cura de la parroquia, que preparó a la niña para la primera confesión, dedicó al celo cristiano de su madre, era cuanto Verónica sabía en artes liberales y en letras divinas y humanas, a la edad de once años y algunos meses de pico.

Así van saliendo, sucesivamente, un pañuelo de percal aplomado, un viejo pañal de una camisa y una bula, dentro de la cual aparecen, como núcleo de todo el envoltorio, un montón de napoleones y algunas monedas de oro cuidadosamente guardadas entre los amarillentos repliegues de una hoja de un catecismo.

"Había escuelas primarias en casi todos los pueblos sostenidas por el gobierno, en las que se daba una instrucción muy rudimentaria....leer, escribir, el Catecismo, algo de aritmética...." "Los filipinos, por regla general, tienen buena memoria, pero no gran talento, no tienen buen talento."

De cuantas ocupaciones le imponía la vida devota, esta era la que más le agradaba. El verano robaba gran parte del contingente de aquellos ejércitos piadosos del Corazón de Jesús, la Corte de María, el Catecismo, las Paulinas y demás instituciones análogas; muchas señoras iban a baños o a la aldea.

Ella, en cambio, hacía mucho honor a su maestro, pues tomando sus lecciones en horas de asueto y cuando la escuela estaba desierta de muchachos, salió discípula tan aventajada, que avergonzaba a casi todos los que a la escuela asistían. Nadie sabía mejor que ella el Catecismo de Ripalda y el Epítome de la gramática. Nadie conocía mejor las cuatro reglas.

Palabra del Dia

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