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Luego, un diálogo, con intención política, sobre las sombras de Solón y González Bravo, que duró quince. Una descripción, en tercetos, de las cataratas del río Piedra, dieciocho, y otras varias composiciones, de cuatro a ocho minutos, formando, en total, una hora y media, que, como todo el mundo sabe, es el tiempo prescrito para esta clase de solemnidades.

A su benéfico influjo, ya se agolpan las nubes sobre los estensos campos descendiendo de su seno en copiosa lluvia la fecundidad á los sedientos surcos, ya huyen como derrotados escuadrones recogiendo las rotas cataratas del cielo cuando la tierra saturada parece anegarse.

Por grandioso que sea el espectáculo de Lauffen, á causa del volúmen de agua principalmente, no tiene la horrible majestad de las grandes cataratas del Nuevo Mundo, mucho mas imponentes que las de Europa. Esos sublimes desórdenes de la naturaleza parecen exigir siempre en derredor un marco salvaje en armonía con la cólera del torbellino y la grandiosidad del abismo.

Con un mar borrascoso llegaron, no obstante, á Egipto, cuyo virrey, no menos complaciente que lo había sido el embajador inglés, les proporcionó un vapor para viajar por el Nilo hasta las Cataratas.

El paso de la representación al ser es un salto mortal en que han perecido los filósofos más sagaces y los genios más sublimes de la humanidad. Kant, el coloso, que ha batido las cataratas de mi inteligencia, atribuye al imperativo de la conciencia moral un valor absoluto fuera del tiempo y el espacio.

Las anchas higueras temblaban como enormes paraguas rotos, dejando entrar el agua en el amplio recinto cobijado por su cúpula. Los almendros, desnudos de hojarasca, temblaban como negros esqueletos. Los profundos barrancos llenábanse de aguas mugientes que rodaban infecundas hacia el mar. Los caminos, empedrados de guijarros azules, entre altos ribazos de piedra seca, convertíanse en cataratas.

»Señor marío de la Santaló, es menester ser tan bueno o tan bolo como usted lo es, para no caher en la qüenta de que su muger de usted esta mal entretenía por Pepe Vera, que era mi novio, que yo lo puedo decir, por que no soy casada y a nadie engaño. Si usted quiere que se le caigan las cataratas, vaya usted esta noche a la calle de * número 13, y alli ará usted como santo Tomas

Para prueba de lo cual ya sabes, ¡oh Sancho!, por experiencia que no te dejará mentir ni engañar, cuán fácil sea a los encantadores mudar unos rostros en otros, haciendo de lo hermoso feo y de lo feo hermoso, pues no ha dos días que viste por tus mismos ojos la hermosura y gallardía de la sin par Dulcinea en toda su entereza y natural conformidad, y yo la vi en la fealdad y bajeza de una zafia labradora, con cataratas en los ojos y con mal olor en la boca; y más, que el perverso encantador que se atrevió a hacer una transformación tan mala no es mucho que haya hecho la de Sansón Carrasco y la de tu compadre, por quitarme la gloria del vencimiento de las manos.

No ignoro que lo sucedido con los individuos á quienes se ha hecho la operacion de las cataratas, indica que para apreciar debidamente el objeto sentido no es suficiente la simple sensacion, y que unos sentidos auxilian á los otros; pero esto no prueba la preferencia de ninguno de ellos; pues así como el ciego á quien se dió repentinamente la vista, no formaba por la simple vision juicio exacto sobre el tamaño y distancia de los objetos vistos, sino que necesitaba el auxilio del tacto; así es muy probable que si suponemos á una persona con vista, privada de tacto desde su nacimiento, y se lo damos despues repentinamente, tampoco formará juicio exacto de los objetos tocados, hasta que con el auxilio de la vista, se haya ido acostumbrando á combinar el nuevo órden de sensaciones con el antiguo, aprendiendo con el ejercicio á fijar las relaciones de la sensacion con el objeto y á conocer por medio de aquella las propiedades de este.

Era este ciego un jovencito de 13 á 14 años, á quien Cheselden, distinguido cirujano de Lóndres, hizo la operacion de las cataratas, primero en un ojo despues en el otro. Antes de la operacion, alcanzaba á distinguir el dia de la noche; y con mucha luz, hasta conocia lo blanco, lo negro y lo encarnado. Esta circunstancia es importante, y sobre ella conviene fijar la atencion.