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El pueblo pidió á gritos el ataque de Salamina, y Solon haciéndose general en gefe, y cambiando la lira por la espada, tomó á Salamina á la cabeza de quinientos hombres.

Luego, un diálogo, con intención política, sobre las sombras de Solón y González Bravo, que duró quince. Una descripción, en tercetos, de las cataratas del río Piedra, dieciocho, y otras varias composiciones, de cuatro a ocho minutos, formando, en total, una hora y media, que, como todo el mundo sabe, es el tiempo prescrito para esta clase de solemnidades.

Solon, comprendiendo todo el partido que podia sacarse de la poesía para imprimir al pueblo un movimiento eléctrico y sublime, haciéndose el insensato, infringió el decreto sobre Salamina, entonando en la plaza pública un cántico guerrero, por medio del cual, el futuro legislador, cual otro Tirteo, logró encender el entusiasmo popular.

Era un señor de mediana edad, con patillas que le llegaban hasta la nariz, de continente grave, y que parecía prestar gran atención. El diálogo político entre Solón y González Bravo gustó menos, y en vez de durar quince minutos, no duró más que ocho, casi la mitad de lo calculado. Sin embargo, bebí un vaso de agua azucarada.

Todos, por consiguiente, hallaron que don Pascual discurría mejor que Solón y que Licurgo; se pusieron de su lado, dejaron al boticario solo, y trataron de sofocar su voz y de aturdirle a fuerza de gritos.

Con este arreo nadie dudaría que aquellos hombres estaban destinados a arrancar a la Naturaleza sus secretos. Pero D. Pantaleón llevaba gran ventaja en este punto a su compañero. Ningún sabio moderno estuvo dotado de figura más grave, majestuosa y verdaderamente científica. Era necesario remontarse con la fantasía a Solón o a Anacharsis el Viejo para representarse algo tan profundo y reflexivo.

El sacerdote egipcio con quien Solón habló en el templo de Sais, decía al legislador ateniense, compadeciendo a los griegos por su volubilidad bulliciosa: No sois sino unos niños. Y Michelet ha comparado la actividad del alma helena con un festivo juego a cuyo alrededor se agrupan y sonríen todas las naciones del mundo.

Fueron dél muy bien recebidos, preguntáronle por su salud, y él dio cuenta de y de ella con mucho juicio y con muy elegantes palabras; y en el discurso de su plática vinieron a tratar en esto que llaman razón de estado y modos de gobierno, enmendando este abuso y condenando aquél, reformando una costumbre y desterrando otra, haciéndose cada uno de los tres un nuevo legislador, un Licurgo moderno o un Solón flamante; y de tal manera renovaron la república, que no pareció sino que la habían puesto en una fragua, y sacado otra de la que pusieron; y habló don Quijote con tanta discreción en todas las materias que se tocaron, que los dos esaminadores creyeron indubitadamente que estaba del todo bueno y en su entero juicio.

Al poema del Cid siguió la traduccion del Fuero Juzgo, y el código de las Partidas, cuyo autor, el célebre D. Alonso el Sabio, fué como Solon, poeta al mismo tiempo que legislador. Sus cántigas y sus coplas de arte mayor, verdaderas joyas poéticas, contribuyeron inmensamente á pulir el tosco lenguaje de aquella época de barbárie.

Pero no, antes de vestir la cándida túnica de los neófitos, volvamos á la Grecia por la última vez, y estudiemos el mágico poder de la poesía en uno de sus mas grandes pueblos y de sus mas grandes hombres: Atenas y Solon. Los atenienses, despues de haber sido batidos por los de Megara ciudad dórica decretaron la pena de muerte contra todo el que hiciera una mocion para retornar á Salamina.