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Actualizado: 12 de julio de 2025
¿El traje que compraste en el Rastro? ¿Y cuánto crees que te darán? Dos piesetas y media. Yo haré por sacar tres. ¿Y lo demás? Vamos a casa migo dijo Almudena levantándose con resolución. Prontito, hijo, que no hay tiempo que perder. Es muy tarde. ¡Pues no hay poquito que andar de aquí a la posada de Santa Casilda!».
No me preguntes nada, hijo mío agregó misia Casilda, de aquí a mañana tenemos tiempo para pensar y para obrar... pero, prométeme que te dejarás de locuras: tu tía vieja te lo pide: ¡en estos casos de la vida, es cuando se debe mostrar que se tiene sentido común, sentimientos y religión! prométemelo, Quilito. Prometido queda contestó el joven maquinalmente.
Su admirable cuerpo se modeló como una estatua viva bajo la colcha de seda, mientras él conservando en la mano el lápiz y el papel, dijo con profunda amargura, sin sentirse atraído por el cariño y la belleza: Estamos perdidos: ¡hay que quitar el coche! Damián y su mujer Casilda, él de cuarenta y cinco, y ella de algunos menos, tenían en el barrio fama de ricos, y sobre todo de roñosos.
Pues es verdad dijo. ¡Qué! ¿había creído vuesa merced que le engañábamos? dijo Casilda. Todo pudiera ser. Pero veamos si me decís también ahora la verdad. Veamos dijo Casilda. ¿Dónde está tu señora? No lo sé. ¿Cómo que no lo sabes? Ha venido por ella el bufón del rey y se la ha llevado en una silla de manos. Tú sabes dónde está tu señora dijo Quevedo encarándose de repente á Pedro. ¡Yo!
Casilda dijo Dorotea cuando se quedó sola , que vaya Pedro al coliseo, y que avise de que esta tarde no puedo representar. Estoy muy enferma. Con tanto accidente habíasele olvidado al duque de Lerma revocar la orden que había dado á Santos, su secretario, para que prendiesen á Quevedo. Y esto no tenía nada de extraño.
Ciertamente, he venido á que me deis de almorzar. ¡Casilda! un almuerzo abundante dijo Dorotea en el momento en que se presentó la doncella. Sois un ángel, á quien es lástima hayan cortado las alas, pero me tenéis cuidadoso. ¡Cuidadoso! Estáis demasiado tranquila después de lo que os ha sucedido. ¿Y qué queréis que haga? Que no hagáis nada.
Fuese cuestión de temperamento o de gusto, Casilda no anduvo nunca en noviazgos; para ella no había más hombre que su hermano Pablo Aquiles, a quien adoraba, y que sabía corresponder dignamente a aquel afecto; si con Gregoria andaba a brazo partido, con Casilda estaba a partir de un piñón.
Esta tarde tenemos un primer ensayo y es necesario que la dama sepa su papel. Estudio, ya lo veis; no podéis pedirme más. El bufón miró dolorosamente á la joven. En aquel momento entró Casilda. Señora dijo , aquel caballero joven que estuvo aquí ayer acaba de bajar de una carroza y pide veros. ¡Ah! Ya sabía yo que vendría dijo el bufón ; adiós, Dorotea, adiós, y mira lo que haces.
Y cuando misia Casilda extendió la mano, en señal de despedida, ella la tocó con la punta de los dedos, articulando un adiós tan frío, que se le quedó congelado entre los dientes. Acompañóla hasta el vestíbulo, y allí, en la puerta de la antesala, con una inclinación seca de cabeza, la despidió, volviendo luego la espalda, para hablar a los changadores... Susana besaba a la tía.
¿Y qué se yo? dijo Casilda ; yo no la he visto morir. ¿Pero no ha muerto en la casa? Sí; sí, señor, según dicen don Francisco de Quevedo y el padre fray Luis de Aliaga, que la trajeron allá muy tarde. ¿Que la trajeron? Sí, señor; la trajeron al obscurecer; la señora había salido muy engalanada con el tío Manolillo; dicen que esta noche pasada han matado al tío Manolillo.
Palabra del Dia
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