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A la mañana siguiente hice unos cuantos más, y por fin adopté este último ensayo. Y al decir esto Auvray, sacó su cartera y de ella un papel que desdobló y leyó en voz alta. He aquí lo que decía aquella carta: «Señorita: »Verla a usted es adorarla; yo la he visto y la adoro.

¡No faltaba más...! ¡Ya lo creo que se los daré! exclamó don Ramón, que era hombre caritativo, echando mano a la cartera. Pero de pronto se detuvo, quedó un instante suspenso y por fin, levantándose, fue a su despacho. Miró su libro de gastos y vio que el día anterior había quedado agotada la consignación mensual de limosnas.

Entonces desenrolló éste el paquete que traía y puso delante de los ojos de ambos muchos garabatos y números, que él descifraba con negligencia; luego sacó de su cartera un mazo de billetes, que contó: veinte mil pesos, diez mil para cada uno y diez mil que había recibido Gregoria; él, a pesar de sus trabajos en la testamentaría, del derecho que le asignaba la ley, renunciaba generosamente al cobro de sus haberes. ¿Querían conservar las cuentas para examinarlas despacio?

No, no lo seré exclamó Maltrana . Presento la dimisión de la cartera; crisis total. Pero ¡déjame el pelo, niña, que me haces daño!

¿Creéis acaso que he herido ó muerto á don Rodrigo cuando le detuve para que no os siguiese? Entonces le desarmé. ¿Pues cuándo le habéis herido? Hace media hora; cuando salía don Rodrigo de casa del duque de Lerma; era preciso quitarle unas cartas... ¿Unas cartas? Tomad, señora dijo Montiño, sacando una cartera de terciopelo blanco bordado de oro, sobre la cual se veían manchas de sangre fresca.

¡Demonio! Y por la espalda. Nada más merecido. Estuvo en el fregado del sesenta y seis, la cuartelada de San Gil, con el honrado intento de ganarse el tercer entorchado y la cartera de Guerra...; por de contado, detrás de la cortina, como siempre... y fuera de su casa y bien disfrazado.

La lectura de semejantes conclusiones me hicieron leer y releer lo que seguía, y por más que refrescaba mi memoria, no encontraba la relación de lo escrito con su epígrafe. ¡Bah! dije por último tirando la cartera sobre la mesa sea de ello lo que quiera, es lo cierto que Ratelán, á quien cariñosamente saludo, tiene razón en muchas de sus brillantes y poéticas apreciaciones.

Para él, robar un reloj, una cartera, un rollo de dinero o cualquier otra cosa de valor que una persona pueda llevar sobre , no es un delito, sino un trabajo de arte, una hazaña.

Al enumerar el considerable personal instalado en la Galería de la Industria para la vigilancia y manutención del Hombre-Montaña, aludió al Comité encargado de dirigir este servicio costoso y á su presidente Flimnap. Pero ahora no le llamó pedante, sino digno profesor y notable sabio, que merecía ser empleado en servicios más útiles á la patria. Después abrió una cartera llena de papeles.

Sólo en Bilbao se sabía comer: lo demás era tierra de salvajes, país de pobreza donde moría uno de hambre ó de asco, aunque fuese persona de las que tienen cartera. Los mineros ricos hicieron en Azpeitia una entrada de invasores. Había comenzado ya la fiesta con las apuestas de bueyes, y una muchedumbre de caseros y de gentes del pueblo se agolpaba y estrujaba en la plaza y las calles inmediatas.