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Actualizado: 11 de junio de 2025


Pepe de Chiclana, marido de Paca la de la Parra, era un hombre de seis pies de alto, gordo en proporción, de cuarenta años de edad, cara redonda, ojos pequeños carnosos, pesado y tardo en sus movimientos como en sus palabras. Formaba vivo contraste con su exquisita esposa, toda delicadeza y elocuencia, tan distinguida, tan razonable, tan afluente.

Al llegar a este punto y cuando el auditorio se preparaba a saborear las inefables dulzuras de una nueva estrofa, más apasionada tal vez y más patética que las anteriores, cuando la señorita de Delgado apoyaba lánguidamente sus dedos carnosos sobre las cuerdas del instrumento y la cabeza más lánguidamente aun sobre el pecho en testimonio de amargo duelo, acaeció en la casa de los señores de Elorza uno de esos sucesos terribles y extraños, más terribles aun por lo inopinados, a tal punto sorprendentes, que suspenden y cortan por un instante el uso de la palabra; una escena extraordinaria, realizada con tal brevedad que no da tiempo a reflexionar, y deja sumidos a los espectadores en profunda consternación, sin haber podido intervenir en ella.

Iniciábase con una bastante buena descripción de Silvia... ¡No tuvo mal ojo Aguilar, ni fue parco en transmitir sus impresiones al cuentista! La niña se presentaba tal cual era: la silueta fina y esbelta, los movimientos vivos, la nariz ñata y maliciosa, los cabellos de un rubio rojizo, carnosos labios, ojos claros, velados por negras pestañas... en fin, una francesilla picante y moderna...

Tropezó la joven con los almohadillados carnosos de su palma, y al mismo tiempo una voz enorme que se esforzaba por ser dulce llegó á sus oídos desde lo alto: -Doctor Popito, puede usted volver cuando quiera: el Hombre-Montaña la invita. Si Momaren es el Padre de los Maestros, yo deseo ser el Padre de los Enamorados.

Examino á mis dos servios mientras hablan. Son mocetones carnosos, esbeltos, duros, con la nariz extremadamente aguileña, un verdadero pico de ave de combate. Llevan erguidos bigotes. Por debajo de la gorra, que tiene la forma de una casita con doble tejado de vertiente interior, se escapa una media melena de peluquero heroico.

En su concepto, el nitrato de plata acelera la formacion de los mamelones carnosos en las heridas, porque aumenta el tono y fuerza de los vasos capilares. La epilepsia que este medicamento cura, es debida, en su concepto, á la alteracion de la circulacion determinada por el espasmo de los vasos sanguíneos del cerebro ó de la médula oblongada.

Todo su cuerpo era corto y redondeado, lo mismo que sus pies y sus manos; el talle un poco grueso, los brazos un poco carnosos, las caderas un poco pronunciadas; demasiada gordura, si os parece, pero la gordura graciosa de una codorniz, la redondez sabrosa de una hermosa fruta. Don Diego se la comía con los ojos con una admiración infantil. ¿Es que los enamorados de todas las clases no son niños?

Su juventud revelábase únicamente en la cara mofletuda, de labios carnosos y salientes, sobre los cuales la virilidad sólo había trazado un ligero bigote. El cabello se ensortijaba en la frente formando un rizo apretado, un moñete al que llevaba con frecuencia su mano carnosa.

Los ojos de Cristeta oscuros y azulados, como cielo en noche serena; la boca, fuente de ternura y sumidero de besos; el pelo rubio y largo, como crecido para cubrir la almohada formando al rostro un nimbo de oro; el pecho blanco y firme, donde parecían palpitar impacientes dos rubíes carnosos perdidos entre nieve; todo el conjunto de atractivos que formaban lo material de la mujer, lo veía don Juan desvanecido, borroso, deseable, pero secundario; y en cambio, al poner su pensamiento en el pensamiento de ella, experimentaba una sensación de ansia y desasosiego entre penosa y grata, como si la voluntad y el alma carecieran de algo que sólo pudiese hallar satisfacción y plenitud en la posesión pura e inmaterial de Cristeta.

Todo llega por fin... Que tenga usted grandes éxitos, señor diputado. Y acercando a su boca el perfumado fruto, clavaba en la dorada carne sus dientes blancos y brillantes. Cerraba los ojos con delicia, como embriagada por la tibia dulzura del jugo. Crujían los gajos entre sus dientes, y el líquido de color de ámbar rezumaba, cayendo a gotas por la comisura de los labios carnosos y rojos.

Palabra del Dia

rigoleto

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