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Temerosos éstos, ó de que viniesen sobre ellos las armas portuguesas á vengar la muerte de los suyos, ó llevados del interés, se pasaron y vinieron á vivir en el país ya dicho; y aunque pocos entonces, pues apenas pasaban de cuatro mil, ahora están muy numerosos, pues pasan de veinte mil, viviendo sin forma de pueblo, en tropas, y dándose á correr y robar las tierras circunvecinas; y por el deseo de carne humana, de que gustaban mucho, hacían á muchos de ellos cautivos; y cebados por muchos días, como se hace en Europa con los animales de cerda, celebraban banquetes de cruelísima alegría, con lo cual se hicieron formidables á los confinantes; y sólo con la venida de los españoles olvidaron la inhumana costumbre de comer carne humana, pero no la crueldad; de suerte que se dice haber destruído y aniquilado hasta el presente más de ciento y cincuenta mil indios.

Si se tiene que tardar un rato al servirla, se conserva muy caliente al baño maría, para que no se corte la salsa. GALLINA RELLENA. Después de limpia se la quita la piel con mucho cuidado para que salga entera. Se deshuesa y la carne se pica muy menuda, mezclada con lomo de ternera y jamón.

La piel dorada levantábase de trecho en trecho, probando así la delicadeza y blandura de la carne que cubría, y ofrecía a mis ojos un satisfactorio espectáculo. ¡Bravo! dije yo. Pero Susana ¿habrá resultado bien la cuajada? ¿Hay mucha? Y, mira, ¡sazona bien la ensalada! Tengo costumbre de hacer bien cuanto hago, señorita. Por otra parte ese señor no es ni un príncipe ni un emperador, según pienso.

Pensó en el cilicio, lo deseó con fuego en la carne, que quería beber el dolor desconocido, pero el Magistral había prohibido tales tormentos sabrosos. El primer objeto a que Ana quiso aplicar su caridad ardiente, fue la conversión de su marido. Santa Teresa había trabajado por la piedad de su padre, que ya era cristiano de los buenos, pero habíale ella querido más piadoso todavía.

Es que lo ve imposible. ¿Quién rompe esa muralla de carne? Pues cualquiera. Verá usted cómo voy allá y lo traigo en seguida replicó D. Martín, hombre de carácter enérgico y expeditivo, disponiéndose a levantarse. D. Juan le retuvo por la manga de la levita. No; déjelo usted... Acaso no quiera venir... Ya conoce usted su carácter.

Estaba vestida con gran elegancia y sobre la carne pálida de su escote centelleaban varios brillantes. Parece preocupada había dicho Isidro al principio de la comida . Está sin duda de mal humor. No le mira a usted, Ojeda, como otras veces. ¿Es que ya no son amigos?... Transcurrió la comida sin que Fernando consiguiese encontrar sus ojos con los de la norteamericana.

En su desesperación se asió a una mano que parecía venir de muy lejos, saliendo de la sombra: una mano de vivo, una mano de carne. Tiró de ella, y poco a poco, en la bruma, fue tomando forma la mancha pálida de un rostro.

Pero su naturaleza era de carne mortal, y sus hijos pedazos de sus entrañas, y tenía que dolerle mucho allí cuando se las desgarraban fibra a fibra. Dios no pedía cuentas de estas tribulaciones a sus criaturas.

9 Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu juventud; y anda en los caminos de tu corazón, y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te traerá Dios a juicio. 10 Quita pues la tristeza de tu corazón, y aparta el mal de tu carne; porque la niñez y la juventud son vanidad.

Pues échate a pensar después en todas estas gentes que viven de su calor, porque son todos ellos, lo mismo que fueron sus padres y debieran serlo sus hijos, como sangre de la nuestra sangre y carne del nuestro propio cuerpo, mirándola de reojo al principio para acabar por no acordarse de ella y por irse desparramando, como pollucos sin la madre, robados al fin, uno a uno por el milano que no duerme... ¡Ay, trastajo!