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Actualizado: 6 de octubre de 2025


Sus ojos aterrados, su cabeza temblorosa, delataban la intensa emoción que en su alma simple había sabido despertar la madre de Rafael, a quien ella respetaba mucho. Su sobrina, su ídolo yacía por el suelo, despojada de aquella fe entusiasta y cariñosa que hasta entonces la había inspirado.

El canto fue descendiendo, hasta concluir en la pronunciación melancólica y cariñosa de una sola letra, la e prolongada; y levantándose en puntas de pie, Nucha depositó a su hija en la cuna muy delicada y cuidadosamente, pues la chiquilla era tan lista en opinión de su madre que distinguía al punto la cuna del brazo, y era capaz de despertar del sopor más profundo si se enteraba de la sustitución.

Falta lo mejor. Sigue, sigue: ¿y qué te dijo? Hombre, hay cosas que no se pueden explicar punto por punto. Ya comprendes la diferencia que hay de estar una mujer cariñosa, que le rebose la satisfacción de verse querida, a estar fría, esquiva, como a quien no se le importa nada del hombre que tiene al lado.

De sus paseos del domingo volvían fatigados, con los pies cubiertos de polvo, pensando en la dulce quietud de su casita, en la cena que les esperaba, en la noche de cariñosa intimidad, interrumpida al otro lado del tabique por las visiones tentadoras del señor Vicente.

Ella se mostraba siempre dulce y cariñosa, mas procurando encaminar la conversación hacia asuntos serios. Ricardo siguió acariciándola siempre que tenía ocasión para hacerlo; pero no volvió a obtener de ella la acostumbrada reciprocidad por más que hizo increíbles esfuerzos para conseguirlo.

Se hizo traer hilas, extendió un ungüento que para casos análogos poseía, lo puso sobre la herida y ciñó la mano con un pañolito de seda; todo con tanta habilidad y delicado esmero que parecía un cirujano y una madre cariñosa al mismo tiempo. Después de un rato le dijo á Regalado, no sin cierta vergüenza que se le traslucía en la voz: Hoy tienes que ir á la Pola, ¿verdad?

Tendréis una espléndida iglesia y un púlpito, señor cura, pero un verdadero y espacioso púlpito. Arrancaron los caballos, y me asomé a la ventanilla para poder ver por más tiempo a mi viejo cura, que me hacía señales de cariñosa despedida, sin pensar en ponerse el sombrero, pues una feliz y dichosa esperanza había nacido en su corazón. Esta visita al cura sólo me hizo un bien pasajero.

El disgusto de uno mismo, la hostilidad del ambiente, la imposibilidad de formarse otro a gusto de uno, todo caía sobre con una pesadumbre de plomo. En alguna ocasión que Dolorcitas vió en la decisión firme de marcharme y no volver por su casa, se sintió de nuevo cariñosa conmigo.

Saboreaba las suyas Carmencita, olvidada de todo para pensar en los días felices de Luzmela, evocados por la cariñosa visita de su único amigo. De pronto cayó sobre su ensueño la voz punzante de doña Rebeca, interrogando: ¿Se fué ya? La joven se estremeció y, azorada, repuso: Ya.... ¿Y no has llamado a «tu prima»?

Al descansar unos instantes, su rostro expresaba de tal modo intenso este divino sentimiento del primer amor, que su tía Clementina, al cruzar del brazo del presidente del Congreso, no pudo menos de sonreír dirigiéndole una mirada mitad cariñosa, mitad burlona que la hizo enrojecer. Pepe Castro se esforzaba por sacarle las palabras del cuerpo.

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