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Actualizado: 14 de junio de 2025


Mira, hijo, que si me llego á con este cinto mío y empiezo á darte zurriagazos lo vas á sentir de veras, dijo Simón entre las carcajadas de todo el concurso. Pero se hace tarde, Reno, y cuando los polluelos empiezan á piar contra gallos viejos como yo, es hora de que vuelvan al gallinero. ¡No, no, venga otra canción! gritaron muchos. ¡Que cante Sabas!

Entonces el pollo del pelo por la frente dirigió a la asamblea la siguiente alocución: Señores, yo creo que ya es hora de que escuchemos a la gran artista... Todos esperamos con impaciencia que María nos proporcione... uno de esos momentos felices..., que otras veces nos ha proporcionado..., ¿verdad? Eso es: que cante María. , cantará, porque es muy amable.

Se lo juro a usted por éstas y, más que besar, chascó los labios, delgados y secos, sobre una cruz improvisada con el pulgar y el índice de la mano diestra . Desde hoy mismo, tomo yo el gobierno de todo, y si éste no sirve para otra cosa, que haga las camas, y lave los orinales, y barra, y cocine, y que cante el himno de Riego mientras friega los platos. Pero, ¿es que sabe usted hacer calzado?

«Trae al muchacho ardiente, y á las Gracias, la ropa desceñida, y á Mercurio elocuente, y de ninfas seguida la Juventud sin no apetecida»; pero, en cuanto Horacio entra á ver á Glícera, con todo este cortejo, nos da con la puerta en los hocicos, y acaba la oda, sin que nos cante ni nos deje ver lo que pasa dentro. Ya nos lo presumimos.

Yo he hablado con Gladstone en un concierto de la reina en Windsor; he conocido a hombres que llegaron por su palabra a presidentes de República; y no digamos de los políticos de España: a la mayoría de ellos los tuve como cadetes de mi camerino, una vez que canté en el Real. Y a pesar de esto, yo tomé en serio por unos días los elogios disparados con que le incensaban sus correligionarios.

Pues usted debe conocer perfectamente a Rita. Cante usted, ea. Señorito, a la verdad.... Yo me crié en esta casa, es cierto; pero sin manualizarme con los señores, porque mi clase era otra muy distinta.... Y mi madre, que era muy piadosa, no me permitió jamás juntarme con las señoritas para jugar ni nada... por razones de decoro.... ¡Ya usted me comprende!

Y sólo olvidaba a Sevilla en las noches de asueto, cuando no había toros al día siguiente y toda la cuadrilla, rodeada de aficionados deseosos de que se llevasen un buen recuerdo de la ciudad, se metía en un café de cante «flamenco», donde mujeres y canciones todo era para el maestro.

El joven del pelo por la frente inició la idea de que cantase don Serapio, y recorrió los diversos grupos del salón haciendo propaganda instantánea y satisfactoria de tan feliz pensamiento. , , que cante don Serapio. Que cante don Serapio, que cante don Serapio. ¡Señores, por Dios! Estoy sumamente acatarrado. Mil gracias, señoras, mil gracias.

Palabra del Dia

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