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Actualizado: 6 de junio de 2025
Por el medio cruzaban á cada instante buhoneros, tenderos, vendedores de vino y sidra que, alojados ya en las casas de algunos vecinos, llevaban sus mulas á beber al río. Y entre las mozas trashumantes y los jóvenes indígenas se cambiaban frases más ó menos galantes y bromitas más ó menos ingeniosas.
Volvió a encontrarse como en las Alamedas de Serranos, en una soledad relativa, mirando desde su banco la agitación de la feria y contemplando el cielo a través de las copas de los árboles, cuyas hojas, bañadas por el reflejo de la luz artificial, cambiaban su tono verde por un plateado mate. Allí, por un extraño capricho de su imaginación, pensó en los negocios.
Reinaba la alegría, a juzgar por las sonoras carcajadas que se oían a cada instante y las bromitas que se cambiaban en voz alta. De los más jaraneros y divertidos era mi amigo Villa, que por la confianza que tenía en la casa se autorizaba ciertas libertades, como pellizcar a las muchachas y hacerse abanicar por ellas.
Los perros cambiaban de planta, en procura de más fresca sombra. Tendíanse a lo largo, pero la fatiga los obligaba a sentarse sobre las patas traseras para respirar mejor. Reverberaba ahora delante de ellos un pequeño páramo de greda que ni siquiera se había intentado arar. Allí, el cachorro vió de pronto a míster Jones que lo miraba fijamente, sentado sobre un tronco.
¡Con qué interés ardiente recogía todas las palabras que se cambiaban entre aquellos maldicientes! Y a medida que iban poniéndole en claro el suceso y que iban acumulando pormenores, entreverando frases burlonas y reticencias de efecto cómico, su corazón se apretaba, se apretaba poco a poco, como si todos ellos lo fuesen oprimiendo entre sus manos, uno después de otro, para hacerle daño.
Las amigas cambiaban vivazmente sus impresiones de domingo. Venían de misa; de sonreír en el atrio de la catedral a sus parientes y conocidos; de pasear por las calles limpias, esmaltadas de sol, como flores desatadas sobre una bandeja de plata con dibujos de oro. Sus amigas, desde las ventanas de sus casas grandes y antiguas, las habían saludado al pasar.
Los mestizos se las repartían á su gusto, para trabajarlas ó para dejarlas más incultas que antes. ¿Contra quién podía reclamar, si estas tierras estaban en provincias que cambiaban á cada momento de dueño y el gobierno de Méjico no ejercía sobre ellas ninguna autoridad?... Las minas de plata, base de la enorme fortuna de tres generaciones de Barrios, aún estaban en peor situación.
Era verdad que había visto ganar en una noche hasta quinientos mil francos... Pero al día siguiente cambiaban las cosas, y el triunfador perdía lo ganado y además lo suyo, teniendo que pedir el viático de costumbre para volverse á su país. Yo creo dijo que todas esas historias las inventa la sección de propaganda del Casino.
Y en las Canarias, así como en las Azores, también veían los habitantes tierras nuevas que surgían en el horizonte al llegar ciertos meses, y que para el vulgo eran las de las tradiciones marítimas: la isla de las Siete Ciudades y la de San Borombón, pintadas por algunos cartógrafos en sus mapas con los títulos de «Antilla» y «Mano de Satán». Los de mayores conocimientos explicaban con arreglo a los escritores antiguos, la naturaleza de estas tierras tan pronto visibles como ocultas y que frecuentemente cambiaban de lugar.
Todos sabían a qué atenerse respecto a sus relaciones. Ordinariamente, Clementina salía del brazo de su amante. Charlaban largo rato en el foyer, a presencia de todos, esperando el coche. Entraba al fin en éste. Antes de partir todavía cambiaban en tono confidencial buena copia de frases entreveradas, de alegres carcajadas.
Palabra del Dia
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