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Actualizado: 30 de junio de 2025
¡No! ¡Me temo que todos estén borrachos! murmuró el Capitán, poniéndose pálido . En mi camarote había cinco barriles de sciam-sciú. ¡Corramos pronto, amigos, o habrá una horrible matanza!
Despertó Ojeda, en la mañana siguiente, cuando entraba el sol por la ventana de su camarote. Su primera impresión fue de sobresalto. Algo extraordinario había retrasado la salida del buque.
Luego, Maltrana hizo un gesto exagerado de horror, una mueca que fue como la caricatura del miedo. Y junto al catalán... el hombre misterioso; ese vecino mío de camarote, del que le he hablado algunas veces. Es el que va con traje de luto, todo afeitado.
Nélida dio detalles de su instalación. Ocupaba sola un pequeño camarote; en otro inmediato estaba su hermano; más allá sus padres, en uno más grande. Vería luz en la puerta entreabierta. No tenía más que llegar cautelosamente, arañar la madera... Pero se detuvo en sus indicaciones. ¡Ya llega ese imbécil!... ¡La orden para ir a dormir!
Pero Nélida se lo arrebató, paseando sus labios frescos por la temblona cabecita del simio. Los esposos Kasper se conmovieron al saber que los dos animales eran regalo del doctor Ojeda. Miraron en torno para darle las gracias por sus atenciones con la niña, pero hacía rato que se había retirado a su camarote, deseando librarse cuanto antes de la sociedad de Nélida.
Se verían en el camarote de Fernando; lo había pensado aquella misma tarde, pero esperaba la proposición. Tenía deseos de visitarlo. Era indudablemente mejor que el suyo: un camarote en la cubierta de lujo y con ventana grande en vez de tragaluz redondo de los de abajo. Convenido: esta noche iré, después de las doce. Deja abierta la puerta.
Al entrar en su camarote, después de media noche, sus ojos tropezaron con la imagen de Teri erguida sobre el tocador en el encierro de un marco dorado. ¡Pobre Teri! Por primera vez en todo el día pensaba en ella, sólo en ella, sin poner su recuerdo en parangón con la imagen real de otras mujeres.
Así habían desaparecido todos, y supongo que lo mismo los del día anterior, y los otros y los de los demás buques. Esto es todo. Nos quedamos mirando al raro hombre con excesiva curiosidad. ¿Y usted no sintió nada? le preguntó mi vecino de camarote. Sí, un gran desgano y obstinación de las mismas ideas, pero nada más. No sé por qué no sentí nada más.
A pesar de esto, se da cuenta de que yo deseo dormir y deja para el día siguiente la repetición de su historia, siempre nueva é interesante para él. «¡Buenas noches!» Media hora después, tendido en la obscuridad, oigo en el inmediato pasillo su voz que domina el chirrido de los ejes, la melopea de oleaje costero que lanzan las ruedas, los saltos crujientes del vagón, iguales á los de un camarote de trasatlántico.
Debía entregarles la llave del camarote inmediato y seguir durmiendo, si tal era su gusto... Inútil resistir, pues llegaba al frente de un ejército de héroes... ¿Se hacía el sordo? ¡A la una!... ¡a las dos!... Y los héroes cayeron con todo el empuje de sus cuerpos sobre la puerta del camarote vecino, para echarla abajo y libertar a la dama. «No tema usted, princesa: no grite.
Palabra del Dia
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