United States or Ghana ? Vote for the TOP Country of the Week !


«¡Cuántas veces dice en un salón, brillante de luz, o en una mesa elegante y delicada, he oído decir a un hombre, culto, fino, bien puesto: tengo pasión por los viajes, y tomar su rostro la expresión vaga de un espíritu que flota en la perspectiva de horizontes lejanos; me ha venido a la memoria el camarote, el compañero, el órdago, la pipa, las miserias todas de la vida de mar, y he deseado ver al poético viajero entregado a los encantos que sueña!».

A la mañana siguiente, mientras Tòni ajustaba en su camarote las cuentas de los tripulantes, asombrados de la munificencia de esta despedida, el tío Caragòl entró en el salón de popa, pidiendo hablar á Ferragut. Se había puesto un viejo capote sobre sus ropas flácidas y escasas, más por decoro de la visita que porque realmente le hiciese sufrir el frío de Bretaña.

Y salió del buque sin volver la cabeza, con paso acelerado, como si corriese á la realización de algo que llenaba su pensamiento. Tòni corrió también hacia el ventano del camarote de Ulises. ¿Ya se ha ido? preguntó éste con impaciencia. El piloto asintió con la cabeza. Se había ido prometiendo no volver. Así sea dijo Ferragut.

Entonces el alemán bajó a su camarote a proa, y volvió prontamente trayendo una almohada, un cobertor y un capote de bayetón. Con estos auxilios hizo una especie de cama, acostó en ella a los niños y los arropó con el mayor esmero.

Cumplía los deberes de mi cargo como un autómata. Mis pensamientos estaban en Lúzaro. Solía encerrarme en mi camarote, teniendo su retrato delante de los ojos. ¡Qué largos me parecían estos días de navegación! ¡Qué horrible este cielo azul de los trópicos!

Este manojo de papeles contenía para él la más interesante de las historias. Al dirigirse á su buque, le pareció el camino más largo que otras veces. Ansiaba verse encerrado en su camarote, lejos de toda curiosidad, como si fuese á realizar una operación misteriosa. Freya no existía.

Las luces ya estaban apagadas; mas la luna, que se erguía al nivel del agua, redonda y blanca, hería los cristales del camarote con un rayo de claridad, y entonces, medio oculta y pálida, rígida sobre la hamaca la figura panzuda del Mandarín, vestido de seda amarilla con su papagayo entre las manos. ¡Era él otra vez! Y fué él perpetuamente. Fué él en Singapore y en Ceilán.

Cambiaba el diario espectáculo de mares y tierras, cambiaba la temperatura y el curso de los astros; las gentes, arrebujadas en gabanes invernales, vestían de blanco una semana después y buscaban en el cielo las nuevas estrellas del opuesto hemisferio... y su camarote siempre igual, como si fuese un rincón de un planeta aparte, insensible á las variaciones de este mundo.

Y su asombro, su sorpresa, no le permitieron lanzar otra exclamación. Luego se encolerizó. ¡Echala!... Que la agarren dos hombres y la pongan en el muelle, aunque sea á viva fuerza. Pero Tòni vacilaba, no atreviéndose á cumplir tales órdenes, y el impetuoso Ferragut se lanzó fuera del camarote para realizar por mismo lo que había mandado.

Lo mismo en el Saloncillo que en el Camarote había dos o tres ejemplares de la última gramática lata de la Academia, que no reposaban nunca. Contra quien se dispararon los tiros lingüísticos más envenenados, fué contra el inspirado don Rosendo, como quiera que era la cabeza y el nervio de su partido y convenía, más que a nadie, aniquilar.