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Actualizado: 28 de junio de 2025


D. Nicolas Calvo, Cura rector de la Concepcion, se dijo: Que para la decision de las gravísimas dudas, si ha caducado la autoridad en la Suprema Junta Central, en la Regencia posteriormente nombrada, en el actual Virey y en las demas autoridades, juzga que, para no esponerse á una guerra civil, se debe oir á los demas pueblos del distrito, y que por lo tonto nos debemos conservar en el actual estado hasta, la reunion de los Diputados de los pueblos interiores con el de la capital.

Tratábanle con cierta protección entre burlona y benévola; pero se abstenían, si no es muy embozadamente y con precauciones, de bromearle con su ex-querida, porque alguna vez que se propasaron, Manolito fué víctima de ataques de cólera muy semejantes a la locura. Tenía poco más de treinta años; estaba calvo, la tez y los labios marchitos, los ojos apagados.

A pesar de la amenidad de tales conversaciones, el grupo de venerables ancianos, con los que sólo había un joven y éste calvo, prefería al más grato palique el silencio; y a él se consagraba principalmente aquella especie de siesta que dormían despiertos. Casi siempre callaban.

Valga para ejemplo cierto mozo, de unos quince años de edad, hijo del aperador y favorito de don Alvaro, que este tenía siempre en casa para que entretuviese a los niños. Como el aperador era Calvo de apellido, al mozo le apellidaban Calvete. Y para que se vea lo mucho que hubo de sufrir en ocasiones la pulcritud de doña Inés, he de citar un caso que de Calvete me han referido.

Yo estaba en La Iberia con Calvo Asensio, Carlos Rubio y D. Práxedes... Pues apenas ha llovido desde entonces... Sea lo que quiera, señores añadió Frasquito poniéndose en la realidad , hay que sacar a Nina... Hay que sacarla. Con su morito a rastras.

A cuenta de que el hombre me debía de tener tirria, porque se remontó y dijo que él no tenía colocaciones. ¡Y un judío portero me puso en la calle! ¡Re-contra-hostia!, ¡si viviera Calvo Asensio!, aquel era un endivido que sabía las comenencias, y el tratamiento de las personas verídicas. ¡Vaya un amigo que me perdí!

¡Oh, todos! dijo sonriendo el sobrino del cardenal . Sólo que la inmensa mayoría no tiene las mismas probabilidades de hacer carrera. Pero con tantos como somos, no hay ni uno que piense en la posibilidad de quedarse vegetando de capitán en un regimiento de reserva, o morir de viejo llegando, cuando más, a comandante. Todos vemos primeramente la juventud realzada por el uniforme, por las aventuras (porque ya sabe usted que las mujeres se pirran por nosotros), por la alegría de vivir, querido y respetado en todas ocasiones, un palmo por encima del paisano; después, cuando se aproxima la vejez y engorda uno y empieza a quedarse calvo, la faja de general, la política, y ¡quién sabe si la cartera de Guerra!

Algunos sillones antiguos, de encorvados brazos, con el rojo terciopelo calvo y raído hasta mostrar la blancura de la trama, mezclábanse con sillas de paja y el pobre lavabo. «¡Ah, miseria!», volvió a pensar el mayorazgo.

La tuya ¡pobre Rafael! no existe ya, ni aun exteriormente. Mírate bien: estás muy feo ¡hijo mío! Has perdido aquella esbeltez interesante de la juventud. Me haces reír con tus ensueños. ¡Una pasión a estas horas! ¡el idilio de una jamona retocada y un padre de familia calvo y con abdomen! ¡Ja, ja, ja! ¡Cruel! ¡Cómo reía! ¡cómo se vengaba!

Con él fue con aplauso recebido El docto JUAN ANTONIO DE HERRERA, Que puso en fil el desigual partido. O quien con lengua en nada lisongera, Sino con puro afecto en grande exceso, Dos que llegaron alabar pudiera! Pero no es de mis hombros este peso, Fueron los que llegaron los famosos Los dos Maestros CALVO Y VALDIVIESO.

Palabra del Dia

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