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Actualizado: 26 de junio de 2025
»En aquel momento llegó Teobaldo, y ambos nos arrojamos a sus brazos... »Sí, son ustedes muy desgraciados nos dijo, procurando darnos una esperanza que él mismo no tenía, mezclando a los consuelos de la amistad los de la religión. »Durante dos días le vi ocupado solamente en calmar la desesperación de Carlos, que, en el colmo de su desventura, nada quería escuchar.
No llores le dijo . Dios hará que parezca don Paco, y ni él será fraile ni tú serás monja, como no entréis en el mismo convento y celda. En suma, Juana, llorando ella también, a pesar suyo, hizo prodigiosos esfuerzos para calmar a su hija, levantarla del suelo y llevarla a que se acostase en su cama.
Entonces un hombre se atravesó en mi camino, y después, inclinando la cabeza sobre el pecho, pronunció el nombre de Cornelia. Era Guillermo, y el Cielo me permitió darle algunos consuelos; porque la voz de los desgraciados llega fácilmente al corazón de los desgraciados y se dice que los que han sufrido mucho conocen palabras para calmar el dolor. Conversamos largo rato.
Algunas veces el joven conseguía calmar sus inquietudes, pero otras le daba trabajo, sobre todo cuando se imponía la necesidad de obtener una firma. Entonces el señor Aubry salía de su sombrío abatimiento para caer en una especie de fiebre exasperada.
Aunque lo dominara el miedo tenía la confusa esperanza de que el aya no quería hacer nada contra él. Pero, como esta esperanza era muy dudosa, un sudor frío bañaba la frente del intendente consternado. Vamos, mi buen Mathys dijo la condesa , estáis enfermo. Tengo piedad de vuestros terrores inexplicables. Tratad de calmar vuestros sentidos agitados.
Enfrente de la casa piafaba y pateaba un caballo, mientras una voz robusta de hombre intentaba calmar sus impaciencias con interjecciones acariciadoras: «¡So... So... Quieto, Brunete!...». Luego esta misma voz exclamaba: «Vamos, papá, date prisa, vamos a llegar tarde...»
Si durante aquellos largos días, dedicados á un trabajo grosero y repugnante, y aquellas interminables noches ardientes y febriles, no hubiera tenido la idea de Dios para calmar mi espíritu, me hubiera vuelto loco ó me hubiera matado.
En ocasiones nos sacaba los colores al rostro. Ganas daban de contestarle con un revés o con un insulto atroz; pero Quintín tenía siempre una sonrisa, un chiste, una frase cariñosa para calmar la tempestad. Paraba el golpe, y no había más remedio que tomar a broma el incidente, reir, dar un abrazo a quien momentos antes hubiéramos estrangulado de muy buena gana, y seguir oyéndole.
Atravesaba por una de esas situaciones en que el individuo más manso siente violentos deseos de estrangular a alguien y de romper cualquier cosa. Los nervios que no se pueden calmar con lágrimas, tienen que estallar de cualquier modo y a mi me dio con mis hombrecillos de terracota cuyas muecas y sonrisas me parecieron de pronto odiosas y ridículas.
Elena suplicaba a su aya le perdonara lo que ella llamaba su culpable olvido de sí misma, y deploraba de antemano la pérdida de su generosa protectora; Marta, aunque medio muerta de inquietud, ocultaba su emoción para calmar la desesperación de su hija; y darle el valor necesario para soportar el cruel castigo que sin duda la esperaba.
Palabra del Dia
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