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Actualizado: 18 de julio de 2025


El espectáculo que entonces hirió su vista fué uno de los más hermosos, y sin duda el más sublime que pueden ver los humanos. Por toda la región que la vista abrazaba se extendía un mar de leche, ligero y fluido, que cerraba por entero el horizonte. Sobre este mar resplandecía la esfera luminosa del firmamento, donde nadaba el sol, arrastrando con orgullo su majestuosa cabellera de oro.

Su cuerpo robusto vibró con un supremo esfuerzo, incorporose sofocando con su peso a Rafael, y al fin Leonora se irguió, poniendo su pie brutalmente, sin misericordia, sobre el pecho del joven, apretando como si quisiera hacer crujir la osamenta de su pecho. Su aspecto era terrible. Parecía loca, con su rubia cabellera deshecha y sucia de tierra.

Toda la congregación de personas decentes y decorosas, que jamás hasta entonces se habían dejado ver con un solo cabello despeinado, se presentarían ahora con la cabellera y el vestido en el mayor desorden.

Al fin, de pronto, su frente se inclinó y cayó sobre mi hombro, donde permaneció inmóvil. Me puse a temblar de pies a cabeza, como si me hubiera acaecido una felicidad inaudita. Se posesionó de un deseo irresistible de acariciar su abundante cabellera, que tocaba mi cara. Muy cerca de mis ojos vi brillar algunos hilos plateados.

Catalina, sacudiendo altivamente la cabeza, echose sobre el hombro su abundosa cabellera de azabache, dejó caer una punta del cubrecama a manera de túnica vestal, y avanzó hacia Carolina a trágicas y exageradas zancadas.

Llevaba el Rey una tiara no menos estupenda, ajorcas y brazaletes, y por zarcillos dos redondas perlas, del tamaño cada una de un huevo de perdiz. Su cabellera le caía en bucles perfumados sobre la espalda, y la barba formaba menudísimos rizos, artística y simétricamente ordenados. Su vestido y su persona despedían delicada fragancia.

Verdad, verdad santa, pobre diosa destinada á sufrir y llorar por todos nosotros; destinada á sacrificarse por todos los hombres, y á recibir en cambio la burla y el insulto de los mismos que redimes con tus dolores; que has sido quemada en tantas hogueras; , que con la cabellera tendida por la espalda, vestida de luto y con los ojos húmedos y encendidos, subiste tantas veces la escalera infame de tantos cadalsos; , envenenada en Sócrates; crucificada en Jesucristo; ajusticiada en la doncella de Orleans; cargada de hierros en Colon; muerta de miseria en Cervantes; pobre diosa, vive y llora, llora y triunfa, porque triunfas aún cuando lloras!

Era lo más notable del retrato la parte de la frente y la cabeza, en que el niño había copiado fielmente la escasa cabellera de su padre, partida con una raya por en medio y formándole sobre ambas orejas dos pequeños cuernecitos a lo Napoleón III, que había alargado más de lo conveniente la impericia del artista.

Y Rafael, con la vista perdida en el fondo del Prado, espiando las rápidas apariciones de la cabellera de oro para convencerse de que Leonora aún estaba allí, oía como en un sueño a aquel hombre que, según afirmaban los maliciosos, estaba destinado a ser su segundo padre.

Atrevete a acusarte a ti mismo: prosigue. Se me parecia en lo esterior, en los ojos, en la cabellera, en sus facciones y aun en su metal de voz; pero en ella todo estaba suavizado y hermoseado por sus atractivos.

Palabra del Dia

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