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Luisa, muy pálida, y Catalina, con la cabellera gris suelta, se hallaban de pie sobre la paja del trineo. El doctor Lorquin, delante de ellas, paraba los golpes con su sable, y, mientras batía el hierro, les gritaba: ¡Tendedse, con mil demonios, tendedse en el trineo! Pero ellas no lo oían.

Un sueño de nevadas morbideces oculta su dorada cabellera en un flotar de vagas palideces. Cuando en mi rostro sus pupilas fija, en vez de corazón tener quisiera el infernal rubí de su sortija...! Nació en Batangas, 1890. Cual la mayor parte de los vates registrados en este Florilegio, cursó el bachillerato en el Ateneo de la Compañía, donde fomentábase el amor a las letras humanas.

La querida del Misterio me ofrece la flor de locura de su boca, cuando todos duermen, y lleva la hostia de la luna, como un florón luminoso, sobre su cabellera de sombras. Es la musa galante que dió el brazo al pobre Paul Verlaine, cuando iba por las calles del viejo París como un pierrot destrozado, borracho de ajenjo y de melancolía.

Miraba á un lado y á otro con extrañeza y disgusto. A pesar del amplio velo que defendía su cara, el polvo rojizo del camino había cubierto sus facciones y su cabellera. Sus ojos delataban una gran desesperación y todo en su persona parecía gritar: «¿Dónde he venido á caer

En este pasaje hemos visto una curiosidad que no ha dejado de impresionarnos. Hay una porcion de muñecas grandes, con un excelente colorido, ojos perfectos, una cabellera naturalísima, y que tienen la facultad de articular varias palabras, merced á un cilindro interior.

iEspiritu de una hechicera hermosura, que yo pueda admirar tu cabellera luminosa, los ojos resplandecientes y las formas divinas que reunen todos los hechizos de las hijas de los hombres a una sustancia aerea y a la esencia de los mas puros elementos!

Ya había saco de padre, Había barba y cabellera, Un vestido de mujer, Porque entonces no lo eran Sino niños.............» Salta á los ojos que este autor se equivoca indudablemente en un punto, puesto que el amor había sido la base de las comedias de Lope de Rueda, y no era posible que sólo en las obras de los dramáticos posteriores apareciese como el móvil principal de los sucesos.

El calor le habrá hecho a usted daño le dijo el joven con una emoción que en vano trató de dominar; y si se quitase un momento el antifaz... La desconocida rehusó de nuevo, limitándose, para respirar con más desahogo, a echar hacia atrás la capucha de su dominó, que le cubría la frente. Arturo vio entonces una hermosa cabellera negra, que caía en rizados bucles sobre la espalda.

Como nuestros antepasados, continuamos todavía mirando al río con una especie de terror religioso, puesto que aun no lo hemos dominado. No es, como el arroyo, una graciosa náyade con su cabellera coronada de juncos; es un hijo de Neptuno que, en su formidable mano, blande el tridente.

El nieto de don Horacio sentía una especie de amor retrospectivo hacia aquella mujer extraordinaria. La veía como en los retratos de su juventud, con el rostro inexpresivo y los ojos profundos y enigmáticos bajo una cabellera suelta sin más adorno que una rosa en una sien. ¡Pobre Jorge Sand!