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Actualizado: 18 de julio de 2025
La confianza y la alegría renacieron al entrar en el hotel como si entrase en un lugar de asilo. La encontró en la cama, la cabellera esparcida sobre la almohada como una ola de oro, los ojos entornados, la boca sonriente como si la sorprendiera en mitad de un ensueño saboreando sus recuerdos de amor.
¿Cómo pintar tu rubia cabellera Que en ondas de oro baja de tu frente, Sin las hebras de luz del sol ardiente Cuando espléndido brilla en alta esfera? Sin el sereno azul del firmamento ¿Cómo pintar de tu ojo la dulzura, Y esa mirada cariñosa y pura Que hace olvidar al hombre su tormento?
La carretera perdíase de vista, flanqueada a un lado por la tapia interminable de la Casa de Campo y al otro por las colinas, en cuyos surcos comenzaba a surgir la cabellera de una cebada triste, pisada con frecuencia por los transeúntes. Siguió Maltrana una senda que conducía a una casucha en lo más alto de un montecillo.
Los invita a bañarse haciéndoles pensar que no tiene media vara de fondo, y luego los estrangula miserablemente entre sus aguas verdes. No se hallarán dentro náyades de celestial hermosura quebrando al nadar con sus brazos de alabastro los frágiles cristales, ni saldrán de noche a jugar sobre su linfa las graciosas ondinas, de cabellera blonda.
De cuando en cuando se interrumpía, para tomar aliento, como si todavía hubiese de subir y bajar muchos escalones de la montaña por donde su relación nos conducía. Se pasaba la mano por la frente, por los ojos, mesaba hacia atrás de las sienes los rizos de la espesa cabellera un poco erizada por el polvo del viaje.
Dejó a Juan y a Sol adelantarse un poco por el corredor estrecho, y cuando les tenía como a unos doce pasos de distancia, de una terrible sacudida de la cabeza desató sobre su espalda la cabellera: «¡Cállate, cállate!», le dijo al indio, mientras haciendo como que miraba adentro, ponía la mano tremenda en la cesta; y cuando Sol se desprendía del brazo de Juan y venía a ella con los brazos abiertos....
Se quitó luego el sombrero, y por la primera vez pudo Francisco verla con la cabeza descubierta, mostrando su espesa cabellera gris ligeramente rizada. ¡Hable usted! dijo ella sentándose, pues la angustia la hacía temblar como una hoja en el árbol y apenas podían sus piernas sostenerla.
Los primeros perfumes de la naciente primavera se extendieron por el cuarto, que olía á medicinas, y cuyo ambiente pesadísimo parecía cargado de insomnio y suspiros. Pepeta, la pobre bestia de trabajo, muerta para la maternidad y casada sin la esperanza de ser madre, perdió su calma á la vista de aquella cabecita de marfil orlada por la revuelta cabellera como un nimbo de oro.
Penumbras indecisas iban cayendo sobre la procesión, y ésta avanzaba al compás de una música continua, gemebunda; cuando al cabo de un recodo la pendiente, brusca, se empinaba, los hombres que llevaban las andas se detenían, para sostener con un brazo la Virgen oscilante, y entonces sobre la cabellera renegrida el disco de oro relucía.
Popito saltó entre los negros matorrales de la cabellera, buscando un lugar á propósito para sentarse. Agárrese con fuerza á un mechón dijo Gillespie . No tema hacerme daño. Todo lo que venga de usted es para mí una caricia. Después de estas palabras galantes, añadió: Viajará usted un poco sacudida, pero la primera parte de nuestra expedición conviene que sea rápida.
Palabra del Dia
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