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Actualizado: 18 de noviembre de 2025
Pero aunque había perdido en el destierro una parte de su cabellera de plata, conservaba intacto su entusiasmo, su inquietud movediza, su verbosidad lírica, que volvió á estremecer la ciudad lo mismo que un soplo primaveral.
Parecía con más bigote; los ojos le brillaban de tal modo, que era difícil mirarla de frente. Sobre la torre de su cabellera temblaba un gran sombrero de terciopelo que había sustituido momentáneamente á la gran peineta de su vida de salón. ¿Le parece á usted bien lo que ha hecho ese imbécil? gritó el protector antes de saludarla . ¿No merece que...?
Volví a ver en el recuerdo mil cosas de ella que me eran ignoradas o que no me habían impresionado, ciertos gestos que sin ser nada resultaban encantadores, reconocí llena de gracia la costumbre que tenía de retorcerse la cabellera sobre la nuca y atarla por medio formando negro haz.
Roberto le lanzó una mirada tímida, desesperada, como un niño. Luego se inclinó hacia el cadáver, lo levantó y lo puso en la cama rechazando con el pie la parihuela destrozada. En seguida se sentó junto a ella, a la cabecera, y maquinalmente enrollaba en su dedo índice un mechón de la suelta cabellera. El viejo comenzó a temer por la razón de su hijo. Roberto dijo acercándose a él.
La forma de la cabellera, sus dimensiones aparentes y reales, el aspecto y dimensiones de la cola, son sumamente variables. Se han visto cometas de dos y más colas. Forma de las órbitas cometarias.= Los cometas efectúan, lo mismo que los planetas, movimientos de rotación alrededor del Sol; pero sus órbitas son curvas mucho más prolongadas.
Y Julî se despertaba, se incorporaba sobre su petate, se pasaba las manos por la frente para recoger su cabellera: ¡frío sudor, como el sudor de la muerte, la humedecía! ¡Madre, madre! sollozaba.
Le cortaba con su navaja la cabellera y le daba por vestidos unos sacos, arrojándola en el rincón más obscuro, y allí permanecía sin que nadie le hablase, volviendo la espalda a la gente, temblando al oír una voz, hasta que, cansada de esta vida de abandono, si quedaba en ella un resto de voluntad, huía para perderse en los caminos.
Una hermosa cabellera rubia, que comenzaba a encanecer, la servía de diadema; la fisonomía era expresiva, casi picaresca; graciosa la boca, esbelto el talle y los pies chicos. Así debían ser aquellas damas de la corte de Versalles que compensaron la virtud que les faltó a fuerza de elegancia e ingenio.
¡Yo no quiero!... ¡no quiero! exclamó con graciosa resolución. La verdad es que da lástima cortar un pelo tan hermoso dijo otra de las doncellas, que estaba planchando. ¿Qué quieres, hija? Quien manda, manda. Y tomando uno de los preciosos bucles de la cabellera, lo separó de un tijeretazo. ¡Déjame, Paula! gritó la niña. ¡Lo voy a decir a madrina!
La de Ribert es el vivo retrato de su hija o más bien, ésta es la reproducción exacta de lo que ha debido de ser su madre. El cabello gris de la de Ribert, parece ser el sucesor designado de la opulenta cabellera de Genoveva.
Palabra del Dia
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