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Actualizado: 19 de octubre de 2025


Por este apellido, algunos guasones de su pueblo se burlaban de ella diciendo que venía de Santa Rita. Total: que ella no era santa, sino muy pecadora, y no tenía nada que ver con la Doña Guillermina de marras, que ya gozaba de Dios. Era una pobre como ellos, que vivía de limosna, y se las gobernaba como podía para mantener a los suyos.

Además era rojo, como Luzbel y Judas, el color de todos los enemigos de Dios, y su cara inflamada, de ogro en plena digestión, le hacía recordar las de los malos espíritus que gesticulaban horrorosos en las láminas de su devocionario. ¡Y tener que tratar herejes de esta clase, que se burlaban de un país cristiano porque aún conserva puros e intactos los recuerdos de tiempos más felices! ¡Verse obligada a sonreírle, porque era el mejor cliente de la casa!...

Aquel gitano del que todos se burlaban, mostrábase súbitamente agrandado por el dolor, y Salvatierra sentía la necesidad de entregarle su pensamiento, como si fuese un hermano. El rebelde también había sufrido. El dolor le hacía cobarde; pero no se arrepentía, ya que en la debilidad encontraba la dulzura del consuelo.

Además de que el tabique intermedio dificultaba la conversación, los más no se atrevían, de hecho, a dar por no existente una diferencia de clases de que en teoría muchos se burlaban.

Esperad un momento, que voy a avisar a un gendarme. M. Bernier contuvo este alarde de celo del buen auvernés, y explicóle, en pocas palabras, la clase de servicio que se pretendía que prestase. Creyó, al principio, que se burlaban de él, porque se puede ser un excelente aguador sin tener la más pequeña noción de rinoplastia.

Ya no podía negársele que había mujeres que derrochaban tesoros para vivir entre lujos y deshonestidades; «mujeronas empingorotadas» que escandalizaban al mundo y se burlaban de la ley de Dios; mujerzuelas de más abajo que arruinaban a sus maridos por el vicio de ser tan escandalosas y desarregladas como las de más arriba; hombres que perdían a una carta en un instante la hacienda de todos sus hijos..., ¡y casi siempre la bambolla y la lujuria, de más cerca o de más lejos, danzando en los enjuagues del dinero y en las angustias del plazo!

Y adivinando algo horrible y grotesco á la par, como los diablos panzudos pintados en ciertas estampas, sonreía en medio de su repugnancia, pensando en la figura algo ridícula de su esposo, con su barba de patriarca, enamorando á una de aquellas perdidas que se burlaban de los hombres, devorándolos.

Se estremecieron sus poderosos brazos; sintió una cruel picazón en las manos. Luego fué moderando el paso al acercarse á casa de Copa. Quería ver si se burlaban de él en su presencia.

Pues bien; preguntándole un día a Mendoza cierto punto que no traía el libro, Miguel, que estaba a su lado, le dijo rápidamente al oído: «Di que no lo trae el textumenEl infeliz, que estaba atortolado, lo repitió sin fijarse, y..... ¡aquí fue ella! D. Juan, pensando que uno y otro se burlaban de él, les dio a entrambos una corrida de mojicones que por poco les arde el pelo.

No creían en nada, no iban a misa, se burlaban de los curas, sólo pensaban en la revolución social con degollinas y fusilamientos de burgueses y jesuitas; no tenían la esperanza de la vida eterna, consuelo y compensación de las miserias de aquí abajo, que son insignificantes, pues sólo duran unas cuantas docenas de años, y como resultado lógico de tanta impiedad, encontraban su pobreza más dura, con nuevos tonos sombríos.

Palabra del Dia

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