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Actualizado: 24 de julio de 2025


Miré a mi alrededor, con los párpados entornados, buscando un objeto caro que comprar: joya de reina o conciencia de estadista; nada , y precipitadamente entré entonces en un estanco. ¡Cigarros! ¡de peseta! ¡de diez reales! ¿Cuántos? preguntó servilmente el estanquero. ¡Todos! respondí brutalmente.

Porque, naturalmente, cuanto más intensos eran los raptos de amor a su marido e hija, más irritable era su humor con los monstruos. ¡Que salgan, María! ¡Echelos! ¡Echelos, le digo! Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmente empujadas, fueron a dar a su banco. Después de almorzar, salieron todos. La sirvienta fué a Buenos Aires, y el matrimonio a pasear por las quintas.

Y como el sacerdote permanece confundido ante el sacrificio de la iglesia devastada y del tabernáculo violado, Liette se quedó anonadada viendo a su ídolo, a su dios, arrancado brutalmente del altar que ella le había levantado en su corazón.

Miguel no supo qué contestar á esta pregunta; pero pasados unos segundos se acordó, como si los ojos fijos de ella le sugiriesen la visión de aquella noche en que la había abandonado brutalmente. ¡Cómo te burlarías de ! ¡Qué tonta debí parecerte!... ; una tonta insufrible. Yo era Venus; era el centro del mundo; todo lo existente, seres y cosas, se había fabricado para mi persona.

Separando dos zonas de climas, la cresta de la montaña también separa dos pueblos, y este es un fenómeno constante en cuantos países de la tierra donde la conquista no ha mezclado ó suprimido brutalmente las razas; y aun á pesar de las violencias de la conquista, ese contraste normal entre las poblaciones de ambas vertientes se ha restablecido con frecuencia.

Al pasar cerca de los lavaderos en que la Fleurota le había tan brutalmente revelado su triste paternidad, apretó el paso y volvió hacia otra parte los ojos... Llegó con esto cerca del pueblo y se detuvo un momento junto al estanque inmóvil en cuyas aguas el sol del ocaso ponía irisados reflejos; dormía taciturna el agua en medio de los espesos cañaverales que el viento agitaba suavemente, meciendo con aires de compasión sus blancos penachos.

No concebía la vida sino vagando por los bulevares, teatro de sus fáciles conquistas... Como lo fuera con muchas otras, Raguet era un tirano para Catalina. Siempre insaciable de dinero amenazábala y pegábale brutalmente cuando ella no se lo proporcionaba.

Los ojos de éste comenzaron a ponerse encendidos y encarnizados, como los de un lobo, su sangre llameó repentinamente y con brusco ademán la sujetó brutalmente por la cintura. Fernanda dejó escapar un grito ahogado. ¿Qué tienes?... ¿Por qué te enfadas?... ¡Déjame!... ¡Déjame, bruto! Luchó, forcejeó con desesperación, pero no logró desasirse...

Pero Robledo sintió tal impaciencia ante sus lamentaciones, que dijo brutalmente: Piensa en tu situación y no te ocupes de tu mujer. Lo que te amenaza es más grave que un ataque de nervios.

Yo le hablaba de la herida que había recibido defendiéndome, que sólo él había olvidado, y de que nunca le quejarse; le recordaba su entrada en el salón en el momento que Eduardo me rechazaba brutalmente cuando intentaba huir de su lado. »¡Ah! me dijo. Fue el día más horrible de mi vida; no había experimentado nunca un dolor semejante. »¿Cuándo hirió a usted con su cuchillo?

Palabra del Dia

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