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Actualizado: 24 de julio de 2025
En su impotente rabia mordíase las manos y se tapaba los oídos, temiendo que la sangre le cegase y llegase a cometer algún delito que comprometiera la vida de su hija. Como ya dijimos, la muchedumbre, no contenta con prodigarles injurias, trató asimismo de arrojarse sobre ellos brutalmente. Un chicuelo dio la señal lanzándoles un pedazo de naranja.
Uno soltó la carcajada exclamando: ¡Si es uno de los chicos de la bomba! ¡Dale, dale, niño, que está duro! Los otros también soltaron a reir brutalmente y comenzaron a animar al pobrecito sonámbulo. ¡Duro, duro!... ¡Anda con ello!... ¡Más fuerte, chico, que no sube el agua! El desdichado niño, con las voces, redoblaba sus esfuerzos imaginarios moviéndose cada vez con mayor velocidad.
El cinismo de Eulalia que confiesa con orgullo su falta moviendo a Ignacio a castigarla brutalmente en un acceso de ira, da lugar a una escena bien trazada aunque de rudo naturalismo, el cual resalta más por la cuestión de ambiente, por la elegantísima mise en scène en que ocurre.
Compadecidos ante tanta debilidad, se acercaron Juanito y Polonia para ayudarle a levantarse, y en el mismo momento que se inclinaban hacia la tierra, el hombre de un brinco se puso en pie, cogió por el cuello a Polonia y la derribó brutalmente en el suelo.
Su cuerpo robusto vibró con un supremo esfuerzo, incorporose sofocando con su peso a Rafael, y al fin Leonora se irguió, poniendo su pie brutalmente, sin misericordia, sobre el pecho del joven, apretando como si quisiera hacer crujir la osamenta de su pecho. Su aspecto era terrible. Parecía loca, con su rubia cabellera deshecha y sucia de tierra.
La expresión es lo más libre y lo más suelta que puede darse: el autor ha agotado los infinitos recursos del vocabulario callealtero, crudo, pintoresco, desgarrado, apestando a parrocha y a pescado podrido; pero todo esto, ¡con qué arte y con qué soberano conocimiento de las condiciones de la lengua, a la cual se puede vencer y domar por halagos, pero no forzar brutalmente como vil concubina!
El trajín que llevaba desde por la mañana, era suficiente para quebrar la fibra de un individuo más bien templado, si podía haberlo, que aquel italiano atlético, cuadrado, con las crines erizadas, cuya voz era un rugido; tan brusco en sus maneras, que un buenas tardes de su boca hacía el efecto de un escopetazo a quema ropa, y un apretón de manos producía la sensación de arrancar el brazo, a tirones, brutalmente.
Pues bien, replicó Muñoz te aseguro que yo ahora suelo sentir algo así, hervir en mi naturaleza y en mi sangre el ansia del crimen pasional y subir esta ansia, brutalmente, hasta mi corazón. Y sin embargo, yo desciendo de gente convencional, ceremoniosa, acostumbrada a vivir disimulando y reprimiendo todo impulso antisocial.
El pobre gigante no pudo resistirse á las energías mecánicas conjuradas contra él; se sintió empujado brutalmente, hasta caer al suelo, y luego arrastrado un largo espacio, derramando sobre la huella que dejaba su cuerpo dos regueros de sangre. Los hilos metálicos partían sus carnes como el filo de un cuchillo.
Primero, en el lienzo que hoy figura en el Louvre, después en uno que hay en la Galería Imperial de Viena y luego en los dos de Madrid, donde esta en pie con rico traje negro galoneado de plata, descomunal peluca de tirabuzones largos, tocado de plumas blancas, el cuerpo aprisionado brutalmente en la cotilla y en la mano izquierda un pañuelo blanco que destaca sobre la falda voluminosa acampanada y rígida.
Palabra del Dia
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