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Actualizado: 29 de julio de 2025
Tan escasa era la claridad, que doña Manuela se dio un golpe contra la hoz clavada en la pared para cortar la hierba, y pasaron algunos momentos antes que las tres mujeres distinguieran a Nelet en el fondo de la cuadra. El pobre muchacho, a pesar de su rudeza, contemplaba a Brillante con asombro doloroso, frunciendo el ceño como si quisiera cerrar el paso a las lágrimas.
Los versos dicen: Pido al cielo su estrella más brillante; Pido al suelo su dicha más completa; Y ni cercano amor, ni amor distante Mi conmovido corazón aquieta. Es verdad, dijo Poldy; los versos son muy semejantes a los de Goëthe, salvo que el poeta dice de sí mismo lo que dice Mefistófeles de Fausto.
La mesa estaba colocada bajo un soto redondo y abovedado, y el sol de un bello día de verano arrojaba, á través de las hojas, algunos rayos que jugueteaban sobre el brillante y perfumado mantel.
Nosotros, testigos presenciales de tan brillante acción, lo reproducimos en la misma forma en que apareció publicado en La Prensa, de la Habana; y al hacerlo reiteramos nuestra felicitación más calurosa y sincera al bravo general Mendieta y á los brillantes oficiales y abnegados soldados que combatieron á sus órdenes aquel día.
El bizarro joven no abandonaba aquella sonrisa de ironía maliciosa. Guardó silencio un instante, y dijo al cabo: ¿Sabe usted, tía, qué nombre damos entre nosotros al casarse de este modo? ¿Cómo? Tomar estiércol. La marquesa sonrió con el borde de los labios; pero poniéndose grave en seguida, replicó: No; aquí no se puede decir eso, Pepe. Te repito que esa niña merece un partido brillante.
Palabritas sonoras enlazadas unas a otras para halagar el oído. ¿Qué pensamiento, qué emoción se agitaba debajo de esa brillante cascada? Cierto que las descripciones eran felices, ¿pero el don de la poesía consiste solamente en describir los objetos exteriores? El espíritu humano no se alimenta de descripciones, sino de ideas y sentimientos. Todo le pareció pueril, primitivo en aquella poesía.
Creo que si la idea de la eternidad pudiera prestarse á un relumbron, el hombre francés la expondria sin escrúpulo en un escaparate. Estaria bien sitiada, con algun adorno gracioso, herida por algun reflejo brillante, rodeada de algun golpe mágico, eso sí, pero la idea sagrada de la eternidad estaria expuesta al público curioso en los escaparates de un mercader.
Era un hombre por la estatura, un niño por la frescura y la inocencia esparcidas por su rostro; los ojos azules, el cabello rubio, el cutis terso y brillante como el de una zagala. Y con esta apariencia afeminada uno de los guerreros más bravos de la comarca.
Y el pescador iba cantando un cantar, en su vestido de piel, asombrado de la mucha luz, como si estuviese de fiesta en el aire un sol joven. El aire chispeaba. Se oían estallidos, como en el bosque nuevo cuando se abre una flor. De las lomas corría, brillante y pura, un agua nunca vista. Era que se estaban deshaciendo los hielos.
Eran cabezas morenas o verdosas con grandes ojos de dramática expresión; vírgenes cobrizas con el pelo brillante y aceitoso partido por una raya que iba ensanchando cada vez más la rudeza del peine. Los hombres deteníanse un momento en la puerta para colocarse sobre la rapada cabeza, con luengos rizos en su parte delantera, el pañuelo que llevaban bajo el sombrero, a uso mujeril.
Palabra del Dia
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