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Su pobreza no les permitía ser caballistas como otros que cabalgaban en pelotón, llevando en la grupa de sus fuertes jacas dos fardos enormes de tabaco y en la perilla de la montura la escopeta repleta de postas para pasar a la brava el contrabando.

Demás de quatro mil salmas pasaba, Que otros suelen llamarlas toneladas, Ancha de vientre y de estatura brava: Asi como las naves que cargadas Llegan de la oriental india á Lisboa, Que son por las mayores estimadas. Esta llegó desde la popa á proa Cubierta de poetas, mercancia De quien hay saca en Calicut y en Goa.

En fin, para acabar, conozco á una dama que tuvo que arrestarla el capitán. ¡Si sería brava! Las delicias de los viajes por el Cabo se concluyeron. El Istmo de Suez y la competencia cerraron aquella inolvidable vía, que para el que la ha hecho, forma una verdadera etapa en su vida.

la pálida frente pura reflejando la hermosura del amor de los amores, de la maternal ternura olvidaba en la locura de su espanto los horrores. ¡Oh tu amor cuál te amedrenta! dijo Ataide conmovido. ¡, de la brava tormenta Ayela exclamó el rugido en mi corazon herido siento horrible y me amedrenta!

Aprovecho esta ocasión para ofrecerme todo entero á vos; después que con vuestra esposa hayáis sido presentado á la corte, el capitán general de la guardia española y yo os presentaremos á vuestra brava compañía de arcabuceros. Gracias, señor conde. Pero me parece que vuestra esposa se acerca.

Pero si Juanita era brava, también era discretísima; y firme en sus propósitos de ser prudente, se refrenaba y se vencía.

La accidentada navegación con los piratas fue la última y más penosa aventura de don Alonso. Autoritario y duro, quiso tomar el mando apenas se vio sobre la cubierta del buque, imponiendo su disciplina a Talavera y sus bandidos. Pero éstos se sublevaron contra él y lo metieron en la cala cargado de cadenas. A pesar de esto, el prisionero no cesó en su brava actitud, asegurando que había de ahorcarlos a todos apenas llegasen a tierra. Y tanto era su prestigio, que no se atrevieron a hacer nada contra él. Muchas veces le pedían consejo, por la experiencia que había adquirido en las cosas de la navegación, y le sacaban de su encierro para que dirigiese la nave. Acabaron por abandonar ésta en las costas de Cuba, y marcharon después meses y meses por la isla todavía inexplorada, deseosos de aproximarse a Santo Domingo, pero sin saber ciertamente adónde iban, sumiéndose en ciénagas, combatiendo a los indígenas o transigiendo con ellos, atormentados por el hambre, que mataba a muchos. En esta marcha desesperada, el cautivo Ojeda se veía elevado por sus guardianes al rango de jefe cada vez que había que combatir a un grupo indígena, tratar con un cacique benévolo u orientarse en el desierto de barrizales temblorosos que se tragaban a los hombres.

Todo esto se refiere á la terrible historia de Doña María la Brava, de que ya hicimos conmemoración en el Corrillo de la Hierba y de la cual voy á daros dos versiones á cual más interesantes. Dice el ya citado D. Modesto Falcón: «El drama comenzó en un juego de pelota.

Quedan la capitana y vizcaina En gran peligro surtas junto á tierra: Mas luego en un momento muy aína La vizcaina el ancla desafierra: Agarrando dos leguas ya camina En luengo de una costa y de una sierra; Mas no se osa meter en la mar brava Con el temor de la agua que faltaba.

¡Vaya un asco! ¡Como si aquel estudiante honorario hubiese asistido al curso de anatomía media docena de veces...! Al fin, el tío, en vista de las protestas, se decidió a destrozar la pieza, pues en su calidad de solterón sabía un poco de todo.... ¡Brava manera de masticar!