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Actualizado: 6 de julio de 2025


¡Brava comparación! -dijo Sancho-, aunque no tan nueva que yo no la haya oído muchas y diversas veces, como aquella del juego del ajedrez, que, mientras dura el juego, cada pieza tiene su particular oficio; y, en acabándose el juego, todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura.

Apréstase el armada muy hermosa, Y sale de San Lucar, y se entrega A las ondas del mar brava y sañosa; Y con un viento próspero navega. Ha sido en su viage tan dichosa, Que al Rio de la Plata presto llega, Sin refriega de mar y sin tormènta, Que al bueno Dios le ayuda y le sustenta.

Al llegar a este punto de su interesante diálogo, ambas interlocutoras oyeron en la calle terrible estruendo de voces, silbidos y carreras. Se asomaron a la ventana y miraron por la celosía. Apenas tuvieron tiempo de ver pasar atropellada muchedumbre de gente, y una vaca brava, atada a una larga y recia soga, de la que tiraban catorce o quince mozos de los más robustos y ágiles.

Poco sobrevivió á esta feroz proeza, que le valió el epíteto de Doña María la Brava; pero más de un siglo los bandos que de ella nacieron entre los caballeros salmantinos ligados con una ú otra familia, á los cuales se dice servía de línea divisoria, rara vez hollada, el Corrillo de la Hierba, explicando este título, allá como en Zamora, por lo solitario y medroso del sitio.

Al tiempo que en la mar brava se emboca, Al un cabo dos islas, como hermanas, Estan, que cada cual parece roca. Los Castillos se dicen, muy cercanas Al cabo que nombré Santa Maria, Que poco de estas islas se desvía. Al otro cabo, Blanco le llamamos, El cual en la mar entra mas derecho Y mas bajo, y por esto navegamos, Por mas seguro este otro, un poco trecho.

La tierra ha de dármelo, mucho antes que el mar, a vosotros, esos tesoros de naufragios que buscáis.... El Caballero se aleja lentamente. Los tres mendigos le miran desvanecerse entre los roquedos de la playa. La Luna parece agigantar la figura del viejo hidalgo y poner un nimbo en su cabeza blanca y desnuda. Una costa brava ante un mar verdoso y temeroso.

Si este caso se pusiera entre un galán y una dama, pudiérase llevar, pero entre marido y mujer, algo tiene del imposible; y, en lo que toca al modo de contarle, no me descontenta. Capítulo XXXVI. Que trata de la brava y descomunal batalla que don Quijote tuvo con unos cueros de vino tinto, con otros raros sucesos que en la venta le sucedieron

Sin detenerse pasó por la ciudad que lleva el nombre más preclaro en las justas militares del siglo, y que tuvo en los harapos de sus tapias rotas mejor defensa que otras en la coraza de sus murallas de piedra. En Tudela pasó el Ebro entrando en franca tierra de Navarra, semillero de gente brava, pues si Rioja fue hecha para criar pimientos, Navarra fue hecha para criar soldados.

La noche muy obscura, la mar brava, El viento vendaval muy presuroso Soplaba y de temor cualquiera traba Del otro por valerse deseoso: Y mientras esta furia reposaba, Los pilotos amainan sin reposo. Las naves van volando ya sin guia, Mientras que cesa el viento su porfia.

El atleta en la fuga de los más briosos ejercicios, el guerrero mientras riñe la más brava batalla, sostenidos por el entusiasmo y por la excitación nerviosa, no sienten su cansancio ni llegan a postrarse. La postración no sobreviene sino después del triunfo. El soldado de Maratón no cayó muerto hasta que dio a los atenienses la nueva de la victoria.

Palabra del Dia

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