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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Fueron tantas las cordiales zalamerías de la muchacha, que la preocupación de que él pudiera ser estorbo se le borró por completo del magín y acompañó a ambas mujeres durante toda la velada, siendo el cuarto personaje del grupo. Ya paseaban los cuatro, ya se sentaban en los bancos de piedra que hay en la plaza.
El recuerdo de esa noche se borró y con él los desórdenes de la fiebre y los tormentos de la conciencia. Lo que había visto, lo que había sentido, no me parecía más que un sueño. Una laxitud aplastadora me invadió; cerré los ojos y cesé de pensar. Luego vino un momento de felicidad.
¿Cómo personal? ¿También usted es infalible? ¡Señor Guimarán! En resumen, señor mío.... Eso es, reasumiendo... Yo me borro de la lista... ¡Pues tal día hará un año! Ronzal no demostró el por qué de la infalibilidad, pero don Pompeyo se borró de la lista del Casino.
Bien, bien dijo Artegui, vuelto ya a su displicente reserva. Rompió el tren a andar, y quedose Sardiola de pie en el andén, agitando la servilleta en señal de despedida, sin mudar de actitud hasta que el humo de la chimenea se borró en el horizonte. Lucía miraba a Artegui, y hervíanle las preguntas en los labios. Mucho le quiere a usted ese pobre hombre murmuró al fin.
Si V. la borra del mío, de seguro no estará repliqué no con malicia sino con ingenua seguridad. De modo que si yo borro esa palabra, no habrá imposible para V.; pues bien, me dijo con gran viveza, queda borrada, escriba V. ¿Lo manda V.? Si tuviera derecho para ello lo mandaría; Como no lo tengo solo me limito á expresar un deseo.
Pero no borró el mar de igual manera en Jucef el recuerdo, que no hay onda que lave la conciencia y que se lleve lo que al hinchado corazon sofoca, lo que en el alma perdurable grita, lo que eterno ante Dios sangriento llora. Y por eso Jucef del mirab santo la blanca piedra con la frente choca, y ruega á Allah con llanto de agonía perdone, al ménos á su Leila hermosa.
Aparentemente, con ocultar aquellos libros se borró en la familia la idea de que Pepe había tenido que renunciar a la carrera: doña Manuela, que era buena, pero poco avisada, sintió cierta amargura; la resolución de su hijo la entristeció, por ser señal inequívoca de grandes privaciones: «El pobre ha tenido que dejar los estudios» decía, sin poder profundizar todo lo que en esta frase iba envuelto.
Por dicha, yo tengo un atajo, una trocha, un sendero recóndito y breve, por donde llego, no ya a la inteligencia y a la causa, sino más hondo: por donde llego al Uno. Me abstraigo de todo lo exterior; echo a un lado sentidos y potencias; borro imágenes de la fantasía; cubro con niebla densa todo lo escrito en la memoria; y, hundiéndome en el abismo del alma, hallo al que es.
El laurel, el laurel de la victoria no borró, no, nuestra historia, ni amor fiel nunca, nunca en mi memoria. El azul, el azul de bellos ojos y la faz de albores rojos a un gazul no le curan sus enojos. Que de allá, que de allá región tan fría con ilusa fantasía volará al jardín de Andalucía.
Inclinándose juntas, se secaron las lágrimas con el ruedo del vestidito negro. Y volvieron a mirarla, más adustas, Raquel con sus claros ojos verdes, Adriana con sus ojos negros, con sus ojos negros y asombrados. ¿Asombrados por qué? Una amargura indecible pasó por el alma de Adriana. La visión se borró. Y quiso recordar otros años aun más lejanos.
Palabra del Dia
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