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Actualizado: 6 de junio de 2025
No quiero, pues, fastidiar a mis lectores repitiendo hechos que ya presenciamos a bordo del Trinidad, y paso a contarles otros enteramente nuevos y que sorprenderán a ustedes tanto como me sorprendieron a mí.
Tres horas despues, cuando contemplaba las ruinas de que he hablado, ví al pié de un árbol un hombre que tenia en la mano una cartera de dibujo.... Era mi Inglés, que tomaba el diseño de unas ruinas confundidas con un grupo de árboles, cerca del rio Francolí. Volví á bordo y me puse á escribir unos versos para mi esposa.
Me llamo Golvín y soy capitán del Galeón Amarillo, destinado á conduciros. Marino desde la infancia, he peleado á bordo de barcos ingleses contra normandos y genoveses, bretones, españoles y sarracenos, y os aseguro que la nave de mi mando es muy débil para atacar corsarios.
Me temo mucho que no hubiera podido hablar nunca más con nadie a no ser por el socorro de los cuatro marineros que le salvaron la vida y le condujeron a bordo. Me detengo aquí, porque la pieza pierde su interés desde el momento en que el héroe ha sido enterrado.
Al partir de Tenerife, última escala del viejo mundo, empezaba el gran viaje; nadie había de entrar en el buque hasta América, y la comisaría necesitaba conocer el número de las gentes que iban a bordo.
De esta fecha no me queda duda, porque al día siguiente salió la escuadra. Nos levantamos muy temprano y fuimos al muelle, donde esperaba un bote que nos condujo a bordo.
UN CAMPESINO. Para usted y para todos, señor marino. EL MARINO. Para mí más ¡por Santiago! ¿No estaba yo a bordo del guardacosta que le dio caza? MUCHAS VOCES. ¡Cómo, señor! ¡Usted asistió a ese espantoso combate! ¡Virgen santa! ¡y aun vive! EL MARINO. Afortunadamente habíamos comulgado la víspera; a no ser por eso el demonio nos hubiera arrastrado al fondo del infierno.
Entre tanto atravesaba el golfo un pequeño bote lleno de banderolas, que venia de Algecíras á Gibraltar, trayendo á bordo una numerosa banda de paseantes alegres entre los cuales habia como cinco ó seis músicos. Sus sonatas eran de un efecto encantador en el fondo de aquel golfo murmurante rodeado de preciosos paisajes.
¿Pero, mujer dijo tímidamente D. Alonso , no ves que es preciso?...». No pudo seguir, porque Doña Francisca, que sentía desbordarse el vaso de su enojo, apostrofó a todas las Potencias terrestres. «A ti todo te parece bien con tal que sea para los dichosos barcos de guerra. ¿Pero quién, pero quién es el demonio del Infierno que ha mandado vayan a bordo los oficiales de tierra?
A bordo del Mary Clowle, en el puerto de Amberes. Era marino, como yo. ¿Pero por qué quiere usted saber todo esto? Porque contestó Reginaldo, Burton Blair ha muerto, y su secreto ha sido legado a mi amigo, el señor Gilberto Greenwood, aquí presente.
Palabra del Dia
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