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Actualizado: 28 de noviembre de 2025
El padre de Pepa, que era maestro carpintero y había adquirido en sus contratas un razonable caudal, tenía demasiado apretados los cordones del bolsillo, no se decidía á señalar dote á su hija, contentándose con responder á las instancias de los novios que «los ayudaría en todo lo que pudiese». Pero tal vaga promesa estaba lejos de satisfacer el espíritu esencialmente práctico y ordenado de Frasquito.
Comprolos, y no tardó en enamorarse de un portamonedas. ¿Cómo podía pasarse sin aquella útil prenda, tan necesaria cuando se tiene algún dinero? No había cosa peor, según ella, que llevar las monedas sueltas en el bolsillo, expuestas a perderse, a confundirse y a caer en las largas uñas de los rateros.
Yo pagaré la parte que me corresponda para echar el río por otro lado, de modo que no toque a la villa, que al cabo, y bien sabe Dios por qué, en ella vivo; pero el que quiera buenas tierras y bien regadas, que lo sude de su bolsillo.
Un beso... un beso respondieron los chicos, una niña y un niño de seis y cinco años respectivamente. ¿Nada más? La niña, avergonzada, hizo signos negativos con la cabeza. Reynoso se inclinó para besarla. Mas he aquí que cuando lo estaba haciendo, el niño le introdujo suavemente la mano en el bolsillo.
Nada más lejos de la verdad: Estenoz, sobre todo, era demasiado sagaz para no darse cuenta de lo absurdo y descabellado de semejante propósito; y podemos asegurar sin temor á equivocarnos, que en todo pensaba él, menos en convertir á Cuba en una edición de bolsillo de la Nigricia.
Toda la cuestión consiste en convencerse de que Juana Baud no es Jenny Hawkins, y tengo la prueba en el bolsillo. Esta fotografía con la firma de la discípula de Campistrón, prueba hasta la evidencia la sustitución de personas.
Autorizado competente uno de los testigos del ajuste, marcha á buscar al punto más inmediato dos azumbres de vino tinto para mojar el trato, es decir, para hechar la robla; y mientras vuelve, el comprador se sienta en el suelo, saca un pesado bulto del bolsillo interior de su chaqueta, y comienza á desliarle capa á capa, como si fuera una cebolla.
Seamos francos; ¿cuánto daríais vos por encontrar una persona que os sirviese de puente para con esa dama? ¿Por dos ojos que viesen más que los vuestros? ¿Me hacéis una proposición? Me intereso por vos. ¿Y qué clase de interés es el vuestro? Yo... os serviré... pero me habéis de pagar. Contad con mi bolsillo.
Sí, hermanos hasta tocar el bolsillo respondió Wittmann . Vamos, eche usted un trago, y eso le tranquilizará. Entonces, ¿usted ha visto pasar quince mil? añadió el almadreñero.
Yo, conociéndolo, se los prodigaba, con detrimento del bolsillo, pues el pupilaje seguía corriendo en la fonda. El examen que nunca dejaba de hacer de los que comían cerca de nosotros le sugería observaciones algunas veces muy saladas, siempre vivas y alegres, animadas por esa imaginación meridional que todo lo agiganta.
Palabra del Dia
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