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Actualizado: 28 de noviembre de 2025


Y sacando el bolsillo el funesto papel arrancado a la mosca el día antes, púsolo ante los ojos de Tapón, dilatados por el espanto, y tornó a gritarle lívido de ira: ¿Conoces esto?...

Pero su energía y su voluntad de hierro le han permitido subir a las más altas cimas de la vida intelectual rusa. Después de hacer sus estudios en el colegio, sin un céntimo en el bolsillo, sin poder esperar ninguna ayuda material, partió para Petrogrado e ingresó en la Facultad de Derecho.

Un crimen nunca aprovecha a su autor; sólo resulta útil a los otros. Se mata a un rico en la carretera y se le encuentran cien sueldos en el bolsillo. Todo lo demás va a parar a los herederos. ¡Pero aquí soy yo la que hereda! No heredarías si te sorprendiesen en un delito. Por de pronto, ella puede morir de muerte natural.

Luciano paseaba en silencio desde el dormitorio a la estancia contigua, y con la mano derecha metida en el bolsillo del chaleco, acariciaba nerviosamente un pequeño frasco de cristal.

A ver, chico, saca un bombé nuevo; ¡ahí en el bolsillo de mi chaqueta debo tener uno!

Zambulló la cara hasta las cejas en el gran cuello de pieles, guardóse prontamente en el bolsillo la dentadura y apretó a correr hasta llegar sin resuello a la puerta del aposento. ¡Perrrverrsa suerrte! Sabadell le seguía sin descanso, y deteníase al fin a la puerta del cuarto vecino sin osar acercársele, pero mirándole de hito en hito, extrañado, atento, receloso...

Periquito Miranda, que a causa de la desavenencia de su padre con los del Saloncillo, padecía una peligrosa retención de lirismo, se alivió notablemente insertando en él un sinnúmero de sonetos, sáneos, acrósticos y otras diversas combinaciones métricas, destinadas a pregonar su adoración platónica a la señora del gerente de la fábrica de aceros, una francesota grande y pesada como un elefante, que le hubiera metido fácilmente en el bolsillo.

Ahora, todo el dinero que guardaba en el bolsillo, una peseta y algunas monedas de cobre, era para pagar esta carrera de dolor, la última tal vez que harían juntos.

Pasaba la mañana en el Matadero, y por las tardes formaba grupo a la entrada de la calle de las Sierpes con otros vagabundos, admirando de cerca a los toreros sin contrata que se juntaban en La Campana, vestidos de nuevo, con flamantes sombreros, pero sin más de una peseta en el bolsillo y hablando cada cual de sus propias hazañas.

Este ejemplo de abnegacion sublime, de sublime heroicidad, nos enterneció de tal modo que nos aproximamos resueltamente; otros vecinos acudieron, y entre todos, en embrion, en tropel, apagamos el fuego con las manos y con los pañuelos del bolsillo. Yo estaba entre aquella gente, y hablaba á todos como si fueran individuos de mi familia.

Palabra del Dia

vengado

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