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Actualizado: 28 de julio de 2025
Y cuando me dijo quién era, vi por primera vez abrirse ante mí una nueva vida... entonces... entonces... ¡oh, señor! sí, estaba hambriento, desnudo y sin recurso, cuando iba a robar su bolsillo; me sentía solo en el mundo, infeliz y desesperado, cuando quise robar la ternura de un padre dolorido. El anciano permanecía imperturbable.
El duque de Lerma me dará ese escrito dije , ó he de poder poco. Y volví á meter las cartas en la cartera, y la cartera en el bolsillo de donde la había tomado.
Moriría al pie del cañón, a los pies de su tiple, sobre los escombros de su pasión, de su Zaragoza.... No disparatemos, seamos positivos se dijo. Y se llevó las manos a los bolsillos con gesto de impaciente incertidumbre... ¿Si habría dejado aquellas onzas en casa del infame?... No... estaban allí, en el bolsillo interior del gabán... ¡lo que era el instinto!
Y entregándole al niño dos pesetas que había sacado del bolsillo del chaleco, volvió a reanudar su misteriosa conversación con el señor ministro.
Jorge hizo sonar las monedas que tenía en el bolsillo, miró a Beltrán dirigiéndole su más despiadada sonrisa y replicó: Nadie lo sabe. Y a propósito, Beltrán; la otra noche vi en su casa a todo un personaje, el duque de Estrelsau. ¿Le conoces? Sí, ¿y qué? Muy cumplido caballero, a fe mía.
Una palabra, amigo le dije, saliéndole al encuentro y colocándole una mano en el hombro. Se puso atrozmente pálido, retrocedió dos pasos y llevó rápidamente la mano al bolsillo de la americana, sin duda en busca de un arma. Mas al verme tranquilo y como sorprendido de su movimiento, la dejó caer otra vez y me preguntó: ¿Qué se ofrece? Tengo que hablar con usted dos palabritas.
He de confesar que el libro estaba lleno de polvo. ¿Es que el clérigo no lee tampoco? Luego que han platicado un rato, el clérigo coge su bastón, se pone el sombrero, y él y Azorín se marchan. Antes de marcharse, el clérigo llena la petaca de tabaco, tomándolo de una caja que hay sobre la camilla, y se mete también en el bolsillo un libro pequeño.
Toma esta media onza dijo sacando al cabo la moneda de oro del bolsillo. Es para ti... para ti nada más, para que te compres cintas... confites... lo que quieras. No digas nada á tus abuelos, porque ya sabes, llorando miserias te sacarían los cuartos... ¿Verdad que no?...
Juan Montiño, que se había descubierto respetuosamente dejando ver por completo su simpático y bello semblante y su hermosa cabellera rubia, sacó en silencio de un bolsillo de su jubón el brazalete real de que se había apoderado y que en tantas confusiones le había metido, y le entregó á la dama. ¡Ah! exclamó ésta tomándole con ansia.
Carlota escuchó llorosa y distraída aquellas científicas explicaciones que por el estado de su alma no produjeron el resultado que era de esperar. D. Pantaleón rebañó de su bolsillo algunas pesetas y se las dio. La situación de la infeliz muchacha era cada día más triste.
Palabra del Dia
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