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La villana de la Sagra comienza en una posada: dos criados se entretienen en la antesala jugando á las cartas, mientras sus señores, en la habitación contigua, hacen lo mismo. Las bromas de los dos bribones, á costa de sus amos, son muy divertidas; pero pronto pasan de las burlas á las veras, se acaloran, y el uno da un bofetón al otro.

La tullida sintió un hormigueo en la palma de la mano, y la estampó ruidosamente en la mejilla de su hija, que se tambaleó, retrocedió escondiendo el rostro, y se fue a sentar en la silla más próxima. ¡Sinvergüenza, raída, eso de no lo aprendistes! vociferó la enferma, algo desahogada ya después del bofetón.

Desagraviando á su padre De un bofetón, porque el viejo No estaba para las armas. 2205 DO

Era de mi padre: yo lo heredo. ¿Qué tienes que ver con esto? Dame ese dinero. Paz vió á Salomé cerca de . Alzó su brazo derecho y sacudió con poderoso empuje la mano contra la cara de su sobrina, dándole un bofetón tan fuerte, que ésta cayó al suelo como herida por una maza.

Pesóle á toda nuestra nación en el alma, por tener tanta afición á su padre, estando este caballero á pie mirando cómo escaramuzaban los de á caballo. El soldado, por huir de los caballos que venían torneando el escuadrón, vino á topar con él y ponérsele delante, y sobre hacerle apartar, le dijo palabras quel soldado se descomedió á darle el bofetón.

¡Ah! ¿Chillas todavía, pendón? gritó entonces el presbítero gordo, espíritu impetuoso como ya sabemos. Y alzando la mano, le sacudió un terrible bofetón. Fue la señal. Más de veinte manos se posaron alternativa o simultáneamente sobre las mejillas del joven naturalista. D. Pantaleón acudió a socorrer a su amigo y también le tocaron algunos porrazos.

Petra, para resarcirle, le hizo caricias muy exquisitas, con lo cual dio por bien empleado el bofetón y se dispuso a recibir todos los que en adelante aquélla fuera servida darle, como así acaeció en efecto.

Y marchando á colocarse de nuevo á su sitio añadió resoplando como un buey: Era un mozaco de Rivota. ¡Puño, qué bofetón le di! ¡Pensé que me quedaba la mano allá! Todos le miran con sorpresa y admiran su valor intrépido y la fuerza incontrastable de sus manos.

Profesábanse gran cariño las dos hermanas; pero esto no impedía que algunas veces Amparo esgrimiese su carácter burlón contra Concha y ésta sacase a luz su impetuosidad iracunda; conflictos que terminaban siempre yendo la pequeña en busca de la mamá, llorando, con la mejilla roja de un bofetón o un par de pellizcos en los brazos.

El Canónigo dio un paso hacia adelante con la diestra en alto y pronta a asestar el bofetón; pero el terrible ceño de Ramiro le contuvo. Balbuceando, entonces, palabras entrecortadas, llevose ambas manos al rostro. Aquellos instantes fueron solemnes. El insulto flotaba irreparable, y parecía hacerse oír, otra y otra vez, en el silencio.